El carnaval de los pactos
Pedro Sánchez, el político con más vetos que votos, es la nueva reina del carnaval. En la chirigota de los pactos, la habilidad para cambiar de disfraz es vital. De ahí que el líder socialista tiña de naranja las líneas rojas que le separaban de Ciudadanos, y lo que eran «las derechas» se transformen en «los derechos». Más complejo es lograr una máscara del agrado de Podemos, cuyos dirigentes sospechan que Sánchez pretende ponerse morado con acuerdos en blanco para superar su marrón. Y así ocurre, que le sacan los colores. Por alcanzar la investidura, Sánchez cambia su vestidura y falla como en los Goya, donde apostó por la indumentaria informal y se encontró con Iglesias dentro de un smoking que le venía como el cargo de vicepresidente, muy grande.
Pedro Sánchez, el político con más vetos que votos, es la nueva reina del carnaval. En la chirigota de los pactos, la habilidad para cambiar de disfraz es vital. De ahí que el líder socialista tiña de naranja las líneas rojas que le separaban de Ciudadanos, y lo que eran «las derechas» se transformen en «los derechos». Más complejo es lograr una máscara del agrado de Podemos, cuyos dirigentes sospechan que Sánchez pretende ponerse morado con acuerdos en blanco para superar su marrón. Y así ocurre, que le sacan los colores. Por alcanzar la investidura, Sánchez cambia su vestidura y falla como en los Goya, donde apostó por la indumentaria informal y se encontró con Iglesias dentro de un smoking que le venía como el cargo de vicepresidente, muy grande.
Más complicada aún es la elección de los complementos adecuados al disfraz de pretendiente a presidente. Es difícil combinar la barretina catalana con la peineta que le ofrecen los suyos en Andalucía y la txapela que le alquilan en el País Vasco. Demasiadas cosas en la cabeza. Por la otra banda, Rajoy observa el baile pacientemente sentado a la espera de que alguien le saque a la pista, mientras los suyos le hacen un traje.
En la elección del atuendo adecuado, se observa el juego de las prendas con hastío, pero evidenciando que en política lo importante es la tela. Ante tal dilema de ropajes inciertos, no me extrañaría que finalmente se imponga una solución al estilo venezolano, donde todo líder que se precie viste un chándal. Tal atavío, concebido en principio para la práctica deportiva, ha devenido uniforme bolivariano. Pues en España nos dirigimos a eso. Vayan todos en chándal, al menos estarán preparados cuando llegue el momento de salir corriendo, que no parece muy lejano. Bien sea para una nueva carrera electoral o para ser el primero en alcanzar los sillones ministeriales, que son el premio de este carnaval político donde nada es lo que parece.