Hibernando
Al parecer, el mismo calentamiento global que desvela a los osos de Royev Ruchey, en Krasnoyarsk (Rusia) es el responsable del entibiamiento galopante de nuestra clase política.
Al parecer, el mismo calentamiento global que desvela a los osos de Royev Ruchey, en Krasnoyarsk (Rusia) es el responsable del entibiamiento galopante de nuestra clase política.
Quizás los únicos que se salven sean los chicos de Podemos, a quien su coherencia extrema conducirá a la irrelevancia extrema como se descuiden. La política es un juego de espejos o no es. La dictadura del coletariado no acaba de llegar y se está quedando más que en dictadura, en picadura. Ofenden un poco a los católicos, danzan en círculos alrededor de Kichi y componen algún verso de media tarde a los pechos de Rita Meastre, pero poco más. No estaban preparados para la abulia mediocre de la política española, para estos meses de interinidad y falsas poses galantes.
Mientras tanto Sánchez, el candidato insuficiente, con sus pintas de cucurucho de claras a punto de nieve, con sus barones deslazados, con sus tejanos de saldo de zetapé, va girando sobre sí mismo, maniobrando en sus quince minutos de gloria warholiana.
La política española ha entrado en una fase de chichinabo realmente notable. Los casos de corrupción aburren, Puigdemont y su flequillo Scooby Doo aburren, los presos de ETA aburren. El mundo va por otra parte, la vida se escapa como agua entre los dedos. Flotan niños sirios ahogados en cada una de nuestras piscinas mentales, mientras falla el wifi y los campus del medio oeste americano son ametrallados rutinariamente por los nietos fantasmas de la Manson Family. Todo se ha disgregado: fallan las junturas de la realidad.
Los osos han despertado demasiado pronto y se lanzan a los bosques a devorar a los excursionistas, que sólo querían bajar un poco su colesterol. Nosotros hiberamos con los ojos abiertos, yendo de un lado para otro, malentendiéndolo todo.