¿Y si ETA vuelve a asesinar?

La historia de la organización terrorista y criminal, ETA, se puede resumir, hasta el momento, en el espacio temporal que se sucede entre dos fechas: El 27 de junio de 1960, día en el que una bomba colocada en la estación de Amara, San Sebastián, sesga la vida de Begoña Urroz Ibarrila, una niña de tan solo 22 meses de edad y el 20 de octubre de 2011, fecha en la que estos mismos terroristas anunciaron el cese definitivo de su actividad armada.

Entre medias de ambas fechas, un largo reguero de sangre, dolor y lágrimas, que encierra medio siglo de un capítulo funesto en la reciente historia de España: 858 personas inocentes asesinadas, 2.533 heridos por esos atentados terroristas, más de 700 personas han quedado inválidas… Un auténtico horror.

Así como el propio origen de esta banda asesina ha llevado en ocasiones a fijar la fecha de su primera acción criminal en una fecha posterior a la anteriormente referenciada, no habiendo siempre un acuerdo mayoritario sobre si el primer asesinato fue el de Begoña, o bien el de José Pardines Arcay, un guardia civil de 25 años y natural de Malpica, que fue tiroteado el 7 de junio del año 1968 en Gipúzcoa, ahora toca preguntarse si su verdadero final, coincidirá o no con la fecha del comunicado de su cese definitivo.

Para despejar esta duda, cabría estar al optimismo que ha imperado entre las versiones más oficialistas que reconocían la estabilidad e irreversible de aquella decisión tomada por la banda terrorista, o bien a otras informaciones que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado han ido manejando, también, desde aquel 20 de octubre de 2011

La pasada semana se conoció una de las últimas informaciones que maneja la policía sobre las intenciones de los terroristas: ‘Una «nueva ETA» busca militantes para volver a las armas’

Con esta preocupante advertencia se alertaba por parte de la policía de un documento que se habría interceptado y que actuaría como acta fundacional de una corriente etarra que quiere retomar las armas: «Consideramos como lucha popular efectiva y positiva toda acción violenta de masas». «Nos ubicamos a favor de todas las formas de lucha que fortalezcan la liberación nacional y social, también a favor de la lucha armada, claro; sin poner en cuestión ni una sola vez su legitimidad», dice ese documento recogido por lainformacion.com

En el momento en el que ETA anunció su cese, afirmando un «compromiso claro, firme y definitivo» de «superar la confrontación armada», organizaciones y gobiernos de medio mundo, se adelantaron a dar la bienvenida a dicho anuncio. Desde las Naciones Unidas, por ejemplo, por medio del entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien «comparte la esperanza de que ETA se comprometa a ponerle fin a lo que ha sido un trágico capítulo para España» y, añadió su secretario general, que «debería de haber un fin de la violencia y una deposición permanente de las armas», recordando que «los españoles han sufrido durante más de 40 años la violencia a manos de ETA», por lo que reiteró su esperanza de que la organización cumpla ese compromiso.

Pues bien, si ETA decidiera volver a matar, además de acabar con la credibilidad de los escasos crédulos que aún les creyeron, volvería a encontrarse no solo con el rechazo y oposición de la sociedad vasca y española, además, pondría en marcha los mecanismos de Defensa y de los Estados de Derecho de todas las democracias, quienes lucharían juntos, ahora sí, sin titubeos, contra ellos.