La hipocresía del yihadismo
Que la pornografía no es incompatible con la yihad ya nos lo había explicado, dos veces, la actriz porno libanesa Mia Khalifa. La primera vez como burla, al reírse de la “confundida erección” de los fanáticos que la amenazaban de muerte por llevar el velo al trabajo. La segunda como confesión, al disculparse ante esos o muy parecidos fanáticos por haber actuado con un israelí. “No podéis ni imaginar la vergüenza y la deshonra que esto supone para mi familia. Lo siento mucho”.
Que la pornografía no es incompatible con la yihad ya nos lo había explicado, dos veces, la actriz porno libanesa Mia Khalifa. La primera vez como burla, al reírse de la “confundida erección” de los fanáticos que la amenazaban de muerte por llevar el velo al trabajo. La segunda como confesión, al disculparse ante esos o muy parecidos fanáticos por haber actuado con un israelí. “No podéis ni imaginar la vergüenza y la deshonra que esto supone para mi familia. Lo siento mucho”.
Si nos sorprendemos por noticias como esta o sonreímos con respuestas como las de Khalifa es porque, como europeos en tiempos de penuria, solemos suponer una exquisita coherencia en nuestros enemigos con la misma ligereza con la que nos lamentarnos de nuestra hipocresía. En realidad, sabemos que la coherencia de los bárbaros es incompatible con la pluralidad de las sociedades abiertas, pero sospechamos que, más que abiertas, las nuestras son sociedades cerradas en descomposición.
Los jóvenes que abandonan Europa para abrazar la yihad lo hacen en nombre de la moral. Huyen de esta Europa hipócrita y de una vida falta de sentido porque saben que la libertad es una condena, que para avanzar con sentido hay que avanzar en una sola dirección y que eso significa reducir el horizonte de posibilidades que ofrecen las democracias liberales. Ellos saben, por ejemplo, tanto por viejos pornógrafos como por jóvenes islamistas, que comprometerse con una sola mujer es renunciar a todas las demás. Y por eso prefieren casarse con unas cuantas. Por miedo a equivocarse, por miedo a la libertad.
Su gran pecado no es otro que el de haberse creído los habituales discursos sobre la hipocresía occidental. Haberse creído que la hipocresía es nuestro vicio diferencial, que occidente es el culpable de todos los males, que el sistema liberal capitalista es intrínsecamente injusto y que Europa es una civilización en decadencia. Haberse creído, en definitiva, que cualquier alternativa a nuestro sistema es necesariamente mejor y no ser capaces de imaginar mejor alternativa que la yihad. Haberse creído, como suelen hacer los jóvenes, que sus problemas existenciales son problemas sociales y que alguna sociedad más justa habrá que pueda ahorrárnoslos. Pero eso a lo que tantos llaman hipocresía no es otra cosa que la madurez de los hombres libres, y consiste, básicamente, en aceptar que el mundo no está obligado a satisfacer nuestras frustraciones.
Fe de erratas: En el artículo se alude a las disculpas de Mia Khalifa por haber actuado con un ciudadano israelí. Estas disculpas nunca tuvieron lugar, siendo invención del periódico satírico The Pan-Arabia Enquire. El autor lamenta su error.