Payasadas y depresiones
Elaine Thompson ha hecho una foto brillante. Nada más triste que un payaso triste. Siempre me ha parecido, además, que detrás de la sonrisa de los que viven de hacer reír y distraer a los niños, hay un punto de melancolía que aproxima a mis ojos la lluvia interior. Como dijo Buster Keaton, un comediante o un payaso hace cosas graciosas, pero un buen payaso hace que las cosas sean graciosas. Pero cuando te pilla una depresión resulta extremadamente difícil huir de ella e instalarse en la sonrisa, y cuesta encontrar nada gracioso, ni el mejor clown.
Elaine Thompson ha hecho una foto brillante. Nada más triste que un payaso triste. Siempre me ha parecido, además, que detrás de la sonrisa de los que viven de hacer reír y distraer a los niños, hay un punto de melancolía que aproxima a mis ojos la lluvia interior. Como dijo Buster Keaton, un comediante o un payaso hace cosas graciosas, pero un buen payaso hace que las cosas sean graciosas. Pero cuando te pilla una depresión resulta extremadamente difícil huir de ella e instalarse en la sonrisa, y cuesta encontrar nada gracioso, ni el mejor clown.
La depresión constituye la primera causa de discapacidad, según la OMS, y cuentan desde EEUU que un nuevo fármaco podría haber dado con la solución y ser la salvación de millones de personas (2,6 millones en España, 350 millones en el mundo): la hidroxinorketamina. Y dicen, tras probarlo en la Facultad de Medicina de Maryland (Baltimore) con ratones, que incluso no tiene efectos secundarios graves.
Si soy sincero, me cuesta creerlo, pero soy profano en la materia. Me parece demasiado bonito para que sea cierto. El ser humano vive y disfruta intensamente de la felicidad, y en la misma medida vive de modo profundo el sufrimiento. La depresión cerca el alma, atrapa y se aferra, y complica la salida del atolladero. No es que te quite la alegría y la sonrisa, es que acaba con la esperanza, y ahí está lo demoledor. Te lleva a un abismo en que lo que parecía difícil se convierte en imposible. Te aíslas en una soledad mortífera y autodestructiva. Si es cierto que han dado con una solución, aunque sea a través de un fármaco, los científicos y médicos que lo hayan logrado quizá no sean conscientes del todo de la hondura del bien que han hecho a la humanidad.
El payaso habita a medio camino entre la alegría y la risa y la nostalgia y la tristeza. No recuerdo quien dejó escrito allá por el Siglo XVII que la llegada a cualquier localidad de una tropa de payasos y cómicos tenía para la salud general de la población un efecto mucho más benéfico que la llega de diez burros cargados de medicamentos. En este caso los médicos han hecho una payasada maravillosa. Dios les bendiga.