El mundo es de las mujeres

En España el grupo de presión más eficiente es el feminista. Millones de euros reciben todos los años los colectivos feministas para ayudar a las mujeres a sobrellevar sus afrentas y discriminaciones. Pero el hecho es que, si alguna desigualdad se ha corregido en los últimos tiempos, ha sido la que mantenía a las mujeres en la oscuridad, en papeles subalternos, subordinadas a los machos alfas o betas.

Hay que alegrarse del cambio tan extraordinario que ha supuesto la incorporación de las mujeres a la vida productiva. Ese movimiento ha sido la causa fundamental del incremento del producto económico en la última generación. La única queja es el derroche que supone ahora la recolección de subvenciones por parte de los grupos feministas. ¿No se podrían atender otras necesidades con ese cuantioso caudal de dinero público?

En un primer momento las mujeres se incorporaron a trabajos auxiliares. Las secretarias eran mujeres y los jefes, varones. Pero de un tiempo a esta parte las mujeres han irrumpido con decisión en los puestos ejecutivos de las empresas, las profesiones, la ciencia, el arte. Médicos o jueces exigen la desinencia femenina para tales puestos. En la Universidad las mejores notas van para las chicas. Queda el fútbol como uno de los pocos refugios del elemento masculino; no solo los jugadores, sino los comentaristas y los directivos de los clubes. Pero todo llegará.

En el mundo donde me muevo, tradicionalmente varonil, se llena de mujeres. Destacan en los medios, las editoriales de libros, las asociaciones culturales, las cátedras, los premios literarios. Bienvenidas sean. Por lo general, imponen un estilo distinto de vida: menos competitivo, aun siendo más esforzado. Los varones se baten en retirada. Es la verdadera revolución silenciosa y amable de nuestro tiempo.