Internet y la privacidad imposible
Seguro que hay mucho de generacional, pero mi desconfianza hacia todo lo que hay detrás de internet no merma, crece. Transito por la red y sobrevuelo la nube consciente de la vulnerabilidad soberbia que tengo. Por más que utilice claves, contraseñas, aplicaciones secretas y demás escudos protectores, no me cabe duda que siempre hay uno que sabe más que tú y te puede reventar el cristal con facilidad. Nada digamos si quien está interesado en tu intimidad o en tu información son los servicios de espionaje de cualquier Estado.
Seguro que hay mucho de generacional, pero mi desconfianza hacia todo lo que hay detrás de internet no merma, crece. Transito por la red y sobrevuelo la nube consciente de la vulnerabilidad soberbia que tengo. Por más que utilice claves, contraseñas, aplicaciones secretas y demás escudos protectores, no me cabe duda que siempre hay uno que sabe más que tú y te puede reventar el cristal con facilidad. Nada digamos si quien está interesado en tu intimidad o en tu información son los servicios de espionaje de cualquier Estado.
Ahora Google, ese gigante, se prepara para un nuevo avance, y le ha llamado “proyecto Abacus”: eliminar las contraseñas y utilizar en sus sustitución progresiva patrones de escritura, de velocidad, voz, la ubicación y reconocimiento facial que permiten desbloquear el aparato cuando detecta una ubicación de confianza, cuando reconoce un Bluetooth o cuando reconoce la cara del propietario. O sea, una suerte de big data que si no es lo suficientemente alto en confianza revierte el proceso y te regresa al pasado para pedirte la contraseña.
Vale. Genial. Otra novedad. Otro paso. El personal feliz, entregado a los monstruos de la cosa que lo controlan todo. Y algunos, como yo, antiguos aunque queramos ser contemporáneos, preocupados, porque cada paso adelante no se ve acompañado por un progreso equivalente en la defensa y garantía de los derechos de los consumidores, de nuestra intimidad, de nuestra privacidad.
Sí, ya lo sé. Lo que nos anuncian está relacionado con la seguridad en el acceso. Pero quien hace la ley hace la trampa y quien diseña los avances tecnológicos diseña a la vez los caminos para sortear los controles de seguridad. Esto es lo que hay. Si lo sabemos, vale. Lo malo es que hay demasiados que creen que al encender el ordenador siguen en el ámbito de su privacidad casera, y no son conscientes de que al teclear ON están abriendo todas las puertas y las ventanas de su casa.