Amor constante más allá de la muerte
Uno de los temas más recurrentes en la historia de la poesía es el del amor más allá de la muerte. Quevedo lo ilustró en un soneto que da título a este texto, y que está considerado como uno de los más grandes jamás escrito en castellano: Su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado/.
Uno de los temas más recurrentes en la historia de la poesía es el del amor más allá de la muerte. Quevedo lo ilustró en un soneto que da título a este texto, y que está considerado como uno de los más grandes jamás escrito en castellano: Su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado/.
Hoy hemos sabido que una mujer llamada Mariana ha ganado la batalla legal que le permitirá ser inseminada con el esperma criogenizado de su esposo Nicola, fallecido. De algún modo, la ciencia ha conseguido aunar el poder de los dioses y la sublimación de la poesía para burlar a la muerte. Un hombre derrotado por la vida insuflará de aire, de epitelios, de sangre caliente, de tejidos y de huesos a una criatura que llevará sus genes y que crecerá dentro de su amada.
También Miguel Hernández hizo del amor, de la muerte y de la vida una única línea temporal. Prometió a su esposa: Pero no moriremos./ No es posible perdernos. Somos plena simiente./ Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada/. No se me ocurre nada más prosaico que morir, como Nicola, en la gran ciudad (el pelo exiliado, los músculos menguados), de una leucemia impenitente. Pero hay, sin embargo, algo poético en esa medicina que es semilla más allá del latido. Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos, Mariana y Nicola seguirán besándose en el hijo profundo.
Lo harán porque dijo Miguel Hernández: “besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo”. Muchos años después, Richard Dawkins describió esto mismo en su teoría del “gen egoísta” como causa de la evolución de las especies. Al primero lo llamamos poeta, y al segundo, científico. Al cabo, poesía y biología se rigen por el mismo principio: un amor constante más allá de la muerte.