Las razones del voto

Un voto no vale nada. Mejor dicho: no cambia nada. Y en el análisis, el voto es siempre uno. Me refiero al análisis auténtico. Al proceso mediante el que se decide si votar o no, y a quién. Lo otro, los análisis electorales, son un subgénero de la ficción periodística. Desde el comienzo de la campaña electoral, es decir, desde el día después de las elecciones en las que Podemos consiguió cinco europarlamentarios, se han elaborado decenas de análisis de ese tipo. La gente quiere cambio, la gente quiere pactos, la gente quiere una nueva Transición. Como si fuera sujeto, la gente, y como si el periodista no fuera complemento agente.

No hay más sujeto que el que se planta solo ante una urna. No hay «deseo de cambio», porque no hay electorado. No hay, desde luego, «dolor social articulado», que es como Pablo Bustinduy se refirió, en rutinario exceso sentimental, a su partido, Podemos. Hay una multitud de votos particulares, e imagino que habrá multitud de razones para explicar cada uno de esos votos.

«Cambiar las cosas», podríamos resumir. Echar a unos, frenar al 25%. Ésas podrían ser las razones. Y serían razones falsas. Un voto no vale nada contra el 25%. Y un voto es todo lo que podemos introducir en el análisis individual, así que tiene que haber algo más que nos saque de casa el próximo domingo.

Decía Arcadi Espada el otro día que no se trata tanto del efecto político del voto como del efecto que produce en nosotros. No podemos esperar nada más. Y no es poca cosa.