Mujeres y balsas de aceite
Una jota aragonesa imagina qué pasaría en este mundo si las mujeres mandaran, en vez de mandar los hombres («serían balsas de aceite los pueblos y las naciones»).
Una jota aragonesa imagina qué pasaría en este mundo si las mujeres mandaran, en vez de mandar los hombres («serían balsas de aceite los pueblos y las naciones»).
Con frecuencia, me preguntan si sería conveniente dejar gobernar a las madres de familia, esas que saben lo que vale un euro y lo que cuesta de ganar, mientras, a la vez, educan a los hijos, dan consejos al marido y, con frecuencia, trabajan también fuera de casa.
Theresa May es la nueva primera ministra de Gran Bretaña. Había otra señora a la que le apetecía el puesto, pero se ha retirado.
En Alemania, Ángela Merkel. En el Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. En la Reserva Federal Americana, Janet Yellen. En el Mecanismo Único de Supervisión Bancaria del BCE, Danièle Nouy. En Estados Unidos, Hillary Clinton a punto de ganar, aunque habrá que ver cómo hacen ella y Trump el sprint final.
Señores, el día ha llegado. A partir de ahora, los pueblos y las naciones, a punto de convertirse en balsas de aceite.
O no.
Pero si es que no, ¿será que la jota aragonesa era falsa, que las señoras Merkel, etc. no son auténticas madres de familia o que, como siempre, toda generalización es mala?
Habrá que pensarlo.
Y puestos a pensar, quizá podíamos hacer una operación Renove y poner al frente de nuestros partidos a Soraya, Susana, Inés y una de Podemos (alguna habrá), contarles lo de las balsas de aceite y encargarles que no dejen mal a las mujeres.
Si esto da buen resultado, ya se sabe. Los hombres, a casa. Ya tuvieron su oportunidad.