Otros Juegos Olímpicos
El famoso “espíritu olímpico” ha quedado muy mancillado después de varias celebraciones. Tendría que haber servido para que, por un tiempo, se lograra una especie de tregua en los conflictos bélicos que asolan el “ecúmene” (la Tierra habitada). Nada de eso se ha producido. Antes bien, las olimpiadas modernas han servido para exaltar el nacionalismo.
El famoso “espíritu olímpico” ha quedado muy mancillado después de varias celebraciones. Tendría que haber servido para que, por un tiempo, se lograra una especie de tregua en los conflictos bélicos que asolan el “ecúmene” (la Tierra habitada). Nada de eso se ha producido. Antes bien, las olimpiadas modernas han servido para exaltar el nacionalismo.
Son demasiados los escándalos de administración de drogas a los atletas. Todo se hace, otra vez, porque predomina el orgullo nacionalista. Será muy difícil de erradicar, por mucho que proclame la retórica que vivimos en un mundo globalizado. No solo compiten las naciones sino los imperios. Los Juegos son la última baza de la “guerra fría” entre los Estados Unidos y Rusia.
Otra incongruencia es que, en torno a la construcción de las faraónicas instalaciones deportivas, asoman episodios de corrupción política. Por si fuera poco, en Brasil se añade el temor a las epidemias. Y en el fondo la protesta por el enorme dispendio de gasto público que suponen estos Juegos para un país que sigue siendo “el país del futuro”, y siempre lo será.
Por encima de todo, los Juegos son un magnífico negocio publicitario de alcance mundial. Ya sabemos que se trata de un “pseudoacontecimiento” para que las televisiones hagan su agosto, nunca mejor dicho. Quiera Dios que no se vean empañadas por acciones terroristas. Serían más noticia, pero triste.
El “espíritu olímpico” exigiría que los participantes no fueran profesionales; pero lo son. Esa es la mayor traición a la tradición clásica. Ya nunca más podrá recuperarse. No es solo que los deportistas sean profesionales, es que, al triunfar, pasan a la categoría de celebridades. En ese caso el “oro” no es solo la metonimia del triunfo (en la Grecia clásica era el laurel, planta perenne). El oro significa ahora el pingüe negocio que está detrás de las competiciones.