Barcelona era una fiesta
La Diada es una expresión depuradísima del espíritu español. Cuando estudiaba Ciencias Políticas, me explicaron que el tipo de movilización política más frecuente en España eran las grandes manifestaciones, esas que suelen culminar con un aperitivo. En los países vecinos, en cambio, son más habituales los mecanismos que exigen de una mayor implicación: asambleas, foros, debates… Vamos, ¡un coñazo racional frente a las emocionantes Diadas!
La Diada es una expresión depuradísima del espíritu español. Cuando estudiaba Ciencias Políticas, me explicaron que el tipo de movilización política más frecuente en España eran las grandes manifestaciones, esas que suelen culminar con un aperitivo. En los países vecinos, en cambio, son más habituales los mecanismos que exigen de una mayor implicación: asambleas, foros, debates… Vamos, ¡un coñazo racional frente a las emocionantes Diadas!
Este fenómeno typical spanish no conlleva más compromiso que el de asistir a una fiesta con música, disfraces y mucho sentimiento. Un desfile de banderas y uniformes casi pornográfico. Y pese a todo, hay en ello un indicio de progreso: después de todo, manifestarse contra Franco era mucho más arriesgado, de ahí que nadie sepa todavía dónde estaban Artur Mas y muchos de los nuevos indepes en ese momento… La Diada es una celebración en el marco del Estado de Derecho que es España, la libertad de expresión está garantizada y ni los grises ni los tanques saldrán a la calle.
En esta orgía lúdica brilla por su ausencia la adscripción meditada a una ideología o ideas políticas. Se trata, en definitiva, de una expiación colectiva: “Soy catalán y debo cumplir con el deber anual de asistir a la Diada”. Pero que nadie pida más. ¿Que cómo se consigue la independencia? Bah, lo que importa es la fiesta y quién la tiene más larga. La mani, claro. Algo, sin duda, españolísimo.