THE OBJECTIVE
Andrea Mármol

El PSOE y la retórica excluyente

La falta de pedagogía hace que resulte poco atractiva la certeza de que el Estado de Derecho es el garante último de la igualdad entre todos los ciudadanos a pesar de sus diferencias de sexo, edad, orientación sexual, lugar de nacimiento y demás. Estas múltiples formas de disparidad entre miembros de una comunidad política son a menudo excitadas por representantes públicos. El resultado, de sobras conocido, es la primacía de la identidad, en cualquiera de sus formas, frente a la noción de ciudadanía que brinda la democracia.

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El PSOE y la retórica excluyente

La falta de pedagogía hace que resulte poco atractiva la certeza de que el Estado de Derecho es el garante último de la igualdad entre todos los ciudadanos a pesar de sus diferencias de sexo, edad, orientación sexual, lugar de nacimiento y demás. Estas múltiples formas de disparidad entre miembros de una comunidad política son a menudo excitadas por representantes públicos. El resultado, de sobras conocido, es la primacía de la identidad, en cualquiera de sus formas, frente a la noción de ciudadanía que brinda la democracia.

Se trata de una definición elemental, pero no está de más reiterarla para advertir los peligros que se derivan de la política basada en las identidades. Afortunadamente, en España no existe un gran partido nacional de extrema derecha xenófoba como sí sucede en muchos países europeos. La ola populista que recorre el viejo continente deja en nuestro país a Podemos, que estas semanas se debate entre las sonrisas o el “cavar trincheras en la sociedad civil”, en palabras de su máximo dirigente. Las intenciones abiertamente excluyentes de los de Pablos Iglesias han acabado contaminando la retórica del debate público.

Pienso, claro está, en el extinto PSOE de Pedro Sánchez. La segunda fuerza política en España no es una formación con ánimo de dividir a la ciudadanía y precisamente por eso anda ahora pagando las consecuencias de haber actuado de manera tribal. Desde la campaña electoral para las elecciones al Parlamento Europeo, en 2014, todo el leitmotiv socialista ha sido el desalojo al PP de las instituciones. Una tarea tan tamaña como legítima, pero probadamente insuficiente para construirse como la alternativa que dicen querer ser. Desde el 20-D, los devaneos de Sánchez con la identidad ‘anti-PP’ fueron aumentando pese a los malos resultados del PSOE. Así llegó a junio, con un cordón sanitario a los conservadores por programa que le costó cinco diputados y al que, por cierto, ninguno de los críticos que le jubilaron la semana pasada se atrevió a poner un pero.

Quien sí previno a Sánchez de la necesidad de dialogar con el PP fue Josep Borrell. El exministro pidió también “hablar” con Iglesias. Sus declaraciones han causado mucho revuelo entre columnistas y escritores a los que admiro. Me sorprendió. Podemos lleva tiempo empujando al PSOE a basar su identidad en la exclusión a los demás. Parece razonable que se resistan a hacerlo.

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