ETA y su fin
Siempre se suele ser más de la última copa que de la resaca, aunque en este día tengamos que invertir los términos. Tras el miércoles festivo del 12-O, el paraguas de Cristina Cifuentes, el esnobismo de los que nada creen celebrar y el eterno debate, nivel jardín de infancia, sobre el genocidio, el exterminio y la opresión, la noticia: encuentran en un zulo de Francia lo que parece ser los últimos coletazos de los terroristas de la ETA. Arsenal con el que, según nos advierten, se aprovecharían para la enésima extorsión al Estado: yo te entrego las armas y negociamos la condición de los presos. Por suerte, y gracias a esta jugada por sorpresa, el chantaje nunca sucederá –al menos a corto plazo-, aunque ya haya sucedido en épocas pasadas. El trueque del Estado y el terrorismo, digo. Algo, sin duda, horrible.
Siempre se suele ser más de la última copa que de la resaca, aunque en este día tengamos que invertir los términos. Tras el miércoles festivo del 12-O, el paraguas de Cristina Cifuentes, el esnobismo de los que nada creen celebrar y el eterno debate, nivel jardín de infancia, sobre el genocidio, el exterminio y la opresión, la noticia: encuentran en un zulo de Francia lo que parece ser los últimos coletazos de los terroristas de la ETA. Arsenal con el que, según nos advierten, se aprovecharían para la enésima extorsión al Estado: yo te entrego las armas y negociamos la condición de los presos. Por suerte, y gracias a esta jugada por sorpresa, el chantaje nunca sucederá –al menos a corto plazo-, aunque ya haya sucedido en épocas pasadas. El trueque del Estado y el terrorismo, digo. Algo, sin duda, horrible.
Pero por ahora la ETA entrega las armas, o, mejor dicho, no ha tenido más salida que entregarlas. Hace apenas quince años que el terrorismo era uno de los principales problemas de España, uno de los que más preocupaba a los españoles. Ese fascismo cobarde de tiro en la nuca y pasamontañas en los comunicados a la prensa. Hoy se podría decir que es historia, pasado. Y ochocientos veintinueve muertos por el camino que no se olvidan. Al igual que tampoco pasamos por alto el maquillaje del conflicto. Que no nos vendan esa palabra. Porque no fue cosa de dos.
El discurso del terror de la ETA mengua, se disgrega, casi desaparece. No así su discurso político, en boca y en boga de Arnaldo Otegi. Un relato que seduce a los partidos políticos cercanos al populismo y a la lucha antisistema, como Podemos. Se entiende. Ambos coinciden en la articulación de las emociones, de los sentimentalismos, de las irracionalidades, para construir un guion ajeno a cualquier juicio crítico, racional, de análisis. En sus estrategias prevalecen el gesto, la arenga, el adanismo, el enemigo, y no la medida, la proposición, el debate, el adversario. Con tales puntos en común, cómo no ir de la mano. Lo peor es que no sabemos adónde.