“Disculpen las molestias, pero nos están matando”
La imagen de Marcos Brindicci es bellísima, en una de las ciudades más apasionantes del planeta. El obelisco. El cielo gris oscuro, casi negro. Miles de paraguas para protegerse de la lluvia con un colorido apagado por la luz tenue de una mañana triste. Buenos Aires el “miércoles negro” que retumbó, sí, en todo el mundo. Los argentinos en la calle no contra el Gobierno, ni contra la corrupción rampante, ni contra los golfos apandadores que se lo llevan. No. Esta vez la multitud gritaba contra los asesinatos de mujeres, el feminicidio, y el lema es brillante: “Ni una menos, ni una menos”. Porque son muchas, en todo el mundo. Un éxito de la convocatoria. Al mediodía, miles de mujeres abandonaron una hora sus trabajos para protestar empapadas de dolor y de agua.
La imagen de Marcos Brindicci es bellísima, en una de las ciudades más apasionantes del planeta. El obelisco. El cielo gris oscuro, casi negro. Miles de paraguas para protegerse de la lluvia con un colorido apagado por la luz tenue de una mañana triste. Buenos Aires el “miércoles negro” que retumbó, sí, en todo el mundo. Los argentinos en la calle no contra el Gobierno, ni contra la corrupción rampante, ni contra los golfos apandadores que se lo llevan. No. Esta vez la multitud gritaba contra los asesinatos de mujeres, el feminicidio, y el lema es brillante: “Ni una menos, ni una menos”. Porque son muchas, en todo el mundo. Un éxito de la convocatoria. Al mediodía, miles de mujeres abandonaron una hora sus trabajos para protestar empapadas de dolor y de agua.
El detonante de esta marcha fue el asesinato de Lucía Pérez. Pero hay muchas Lucías en todo el planeta, muchas mujeres abusadas y asesinadas. De todas las edades. De toda condición. Las queremos vivas. A todas. Respetadas. Y admiradas. Porque nos dan la vida. Porque han sufrido, y sufren mucho en silencio. “Disculpen las molestias, pero nos están matando” rezaba un mensaje contundente. Y así es. En Argentina 226 mujeres en lo que va de 2016. A un ritmo de una mujer asesinada cada 30 horas. Es intolerable. Inaceptable. Y hay países con una estadística peor aún. No podemos permanecer quietos. Es un problema de todos en el que los hombres hemos de dar la cara, pelear, combatir, gritar y gritar: Las están matando. O por ser más certeros, las estamos matando. Y no queremos ni una mujer menos por esta causa.
Atañe a los Gobiernos diseñar políticas para acabar con este horror. No hay duda. Pero corresponde a la sociedad educar a nuestros hijos en el respeto a las mujeres. Son iguales que nosotros, con la diferencia de que existimos porque existen ellas. En la educación desde que nacemos está la principal solución. Las estamos matando y no podemos quedarnos quietos ni callados.