¡Que les gusten las armas desde pequeños!
Según la agencia Reuters, la escuela rusa ‘General Yermolov’ “motiva a sus mejores valores con formación militar y patriotismo” y “permite a los alumnos experimentar cómo es un entrenamiento militar. Realizan ejercicios físicos como los de los militares profesionales, e incluso se les instruye en el manejo de armas”.
Según la agencia Reuters, la escuela rusa ‘General Yermolov’ “motiva a sus mejores valores con formación militar y patriotismo” y “permite a los alumnos experimentar cómo es un entrenamiento militar. Realizan ejercicios físicos como los de los militares profesionales, e incluso se les instruye en el manejo de armas”.
Son niños. No piensan en matar y morir: la guerra es un juego, y la valentía en combate no es más que ganar el juego, sacudirse el polvo y correr a tomar la merienda. Pero alentar el atractivo de “lo militar” y su relación con el patriotismo desde la infancia es una estrategia del pensamiento autoritario desde siempre.
Esta noticia me recordó una breve escena que sucedió el año pasado en el Salón de la Enseñanza de Barcelona, donde niños y adolescentes se acercan a instituciones formativas que les recomiendan sus planes de estudios.
La alcaldesa de Barcelona Ada Colau se encontró con dos oficiales del Ejército en la puerta del Salón. Los saludó cordialmente, y acto seguido les comentó que ella no estaba de acuerdo con que estuvieran instruyendo a los jóvenes en los beneficios de la carrera militar. La escena apareció en todos los telediarios. El mensaje estaba claro: a la edil, una veterana militante de izquierdas, no le gustaba que los uniformados usaran el gancho del trabajo seguro, la vida de aventura y al aire libre, la excitación del ejercicio físico, para atraer a los bisoños buscadores de futuro a una vida de obediencia ciega y prepararse para matar al prójimo.
¿Debe presentarse en una feria educativa la opción militar junto con los caminos universitarios? Es un debate clásico entre derecha e izquierda en Europa Occidental y las Américas. A los militares, y a gran parte de la prensa conservadora, no les gustó el comentario de la alcaldesa.
Yo estoy de acuerdo con su inconformidad, y me asusta el plan de esta escuela rusa, a tono con el discurso militarista de Vladimir Putin, de “premiar” a los niños con entrenamiento militar. Hay muchas otras formas de estimular las ganas de vivir al aire libre, el compañerismo, la valentía y el legítimo deseo de sacrificarse por el prójimo.
Y ese recuerdo reciente me llevó a otro más remoto. Hace doce años, la gran periodista Anna Politkovskaia, gran crítica del militarismo de Putin y sobre todo de su política de tierra arrasada en Chechenia, dijo en una conferencia en Barcelona que los hombres aman la guerra, entre otras razones, porque desde niños les enseñan a jugar con soldaditos. Hoy sería con videojuegos de guerra. ¿Qué pasaría si todos jugáramos a ser médicos, sastres, cocineros, maestros o arquitectos?
Miren esta foto. La pregunta es: ¿Cambiará la mirada de este niño del columpio cuando fije su vista en el objetivo y aprenda a disparar al prójimo?