THE OBJECTIVE
Rafa Latorre

La traición necesaria

La distancia que hay entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón es la misma que la que hay entre Jean Marie Le Pen y Marine Le Pen. No se alteren, hablo de estrategia, incluso de estética.

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La traición necesaria

La distancia que hay entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón es la misma que la que hay entre Jean Marie Le Pen y Marine Le Pen. No se alteren, hablo de estrategia, incluso de estética.

La distancia que hay entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón es la misma que la que hay entre Jean Marie Le Pen y Marine Le Pen. No se alteren, hablo de estrategia, incluso de estética, en ningún caso de los programas políticos. Hablo, en fin, de la eterna dialéctica entre los ortodoxos y los pragmáticos; entre los sentimentales y los analíticos.

Si Marine Le Pen tiene hoy opciones de ganar las elecciones en Francia es porque ha sabido traicionarse a sí misma, a su propio padre y a la vieja mitología ultraderechista. El viejo Jean Marie era presa de desquiciados arrebatos sentimentales, incompatibles con una ambición real de poder. Aquellas evacuaciones seniles sobre las cámaras de gas, el colaboracionismo, los judíos. Aquella gastada retórica fascista que volvía, como un reflujo, periódicamente a la boca del fundador del Frente Nacional. En el momento decisivo, en 2002, Jean Marie se estrelló en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales contra el frente republicano y Marine aprendió la lección. Para escalar a la cima hay que ir ligero de equipaje y la melancolía histórica es un fardo muy pesado, sobre todo la que nos devuelve a cualquiera de los dos infiernos del siglo XX. Marine cumplió con el rito de paso necesario para convertirse en eso que los burócratas llaman “un partido de gobierno”: la traición.

Podemos lo tenía aún más sencillo que el Frente Nacional para convertirse en una opción ganadora. El partido nacía huérfano de lealtades simbólicas. Es verdad que nació como la escisión de Izquierda Unida, es cierto que sus líderes han servido su cerebro a cucharadas en Youtube, es cierto que asesoraron al gobierno de Chávez, pero también es cierto que había un electorado tan colérico que estaba dispuesto a olvidarlo. Se estima que más de un 15% de los que votaron a Podemos en diciembre de 2015 habían votado al PP en las anteriores elecciones. ¿Acaso todos se habían vuelto comunistas? Errejón estaba en lo cierto, las opciones de Podemos pasaban por construir un propuesta netamente populista, que apelara a nuevas categorías y que se alejase como de la peste de las vieja simbología.Ni una hoz, ni un martillo, ni siquiera una estrella y, a ser posible, alguna bandera rojigualda. Un partido que hablara de arriba y abajo; que celebrara con la señal de la victoria y que no epatara con el puño cerrado.

Toda la estrategia de Errejón la desbarató Iglesias cuando decidió unirse a Izquierda Unida para el asalto final al PSOE. Fue un error de cálculo que la soberbia agravó. Desde el día que abrazó a Garzón en Sol, Iglesias inició una regresión letal, un retroceso a lo Benjamin Button que le está devolviendo inexorablemente al soviet de Somosaguas, a la Tuerka, a los conciertos de Los Chikos del Maiz, a los lugares donde se torna indoloro para tranquilidad de sus adversarios. A la dulce marginalidad. Por momentos, en un espejismo, nos parece verle otra vez aquel piercing en la ceja mientras su adversario pragmático se pasea con chaqueta y New Balance por los pasillos del Congreso.

¿En qué se diferencia Errejón de Iglesias? Únicamente en que uno de ellos sabe qué es lo necesario para ganar. Así que si a usted le da miedo Podemos, rece por que gane el otro.


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