¿Choque de civilizaciones? Incompatibilidad de caracteres
Existe un método infalible para averiguar cuánto hay de propaganda, mentira y autoengaño en la opinión de alguien. Sólo es necesario preguntarle al opinador qué cantidad de dinero estaría dispuesto a apostar por ella. Cuando el lunes de la semana pasada Anis Amri estrelló un camión contra la multitud que se encontraba en un mercadillo navideño berlinés, una muchedumbre de conspiranoicos se apresuró a acusar de islamofobia, xenofobia y por supuesto fascismo a los que insinuaban la posibilidad de que se tratara de un atentado terrorista islámico.
Existe un método infalible para averiguar cuánto hay de propaganda, mentira y autoengaño en la opinión de alguien. Sólo es necesario preguntarle al opinador qué cantidad de dinero estaría dispuesto a apostar por ella. Cuando el lunes de la semana pasada Anis Amri estrelló un camión contra la multitud que se encontraba en un mercadillo navideño berlinés, una muchedumbre de conspiranoicos se apresuró a acusar de islamofobia, xenofobia y por supuesto fascismo a los que insinuaban la posibilidad de que se tratara de un atentado terrorista islámico.
Lo cierto es que ni uno solo de ellos habría apostado un solo euro a la posibilidad de que se tratara de un simple accidente o del atentado de un cristiano o de un ateo enajenado, pero siempre es fácil presumir de conciencia cuando you have no skin in the game. Es decir cuando la tontería sale gratis.
Hay algo de cierto, por tanto, en la acusación de que la islamofilia es un privilegio que sólo pueden permitirse los pijos occidentales cuyo único contacto con el islam se produce a través de El Jueves, La Sexta o la facultad de ciencias políticas de turno. Cuando la vicesecretaria de Estudios y Programas del PP Andrea Levy habló ese mismo lunes de “choque de civilizaciones” los islamófilos no tardaron en organizarle un linchamiento en las redes sociales con el argumento de que no todos los musulmanes son terroristas.
A Andrea Levy la revelación debió de pillarle por sorpresa. En primer lugar porque ella no había dicho que lo fueran. Y en segundo lugar porque aún es la hora de que se fotografíe a uno solo de esos seres míticos que, aparentemente, defienden la idea de que todos los musulmanes son terroristas. Lo que sí abunda son locos de esos que suele llamar terroristas islámicos a los terroristas islámicos. Igual de ahí la confusión.
En sentido estricto, civilización sólo hay una, la humana, y sus valores y principios coinciden muy mayoritariamente con los impuestos a lo largo de la historia por Occidente: la separación entre autoridad espiritual y autoridad terrenal, el predominio de la ley, el pluralismo social, el individualismo, la democracia, la libertad de mercado, los órganos representativos, y los legados culturales grecolatino y cristiano.
En sentido laxo, sin embargo, civilizaciones hay nueve: la occidental, la latinoamericana, la africana, la islámica, la china, la hindú, la ortodoxa, la budista y la japonesa. España, por cierto, pertenece desde todos los puntos de vista a la civilización occidental aunque haya sido el germen de la latinoamericana: somos padres que se han independizado de sus hijos.
La única civilización de las nueve que mantiene conflictos abiertos con todas y cada una de las restantes allí donde ha entrado en contacto con ellas es la musulmana. La única que sólo reconoce la única autoridad de la religión es la musulmana. La única conceptualmente incompatible con la ciencia y la tecnología es la musulmana (porque como dice Daniel Pipes la ciencia y la tecnología modernas no pueden ser simplemente adoptadas sin más si no van acompañadas de los procesos intelectuales que conducen a ellas). La única que ha resistido cualquier intento de modernización tanto por parte de agentes externos como internos (Mustafá Kemal Ataturk en Turquía o Mohammad Reza Pahleví en Irán por ejemplo) es la musulmana. La única cuyos dogmas religiosos son totalmente incompatibles con la Declaración Universal de los Derechos Humanos es la musulmana.
Pero pasemos de los grandes principios a eso que los islamófilos llaman “la calle”. El 83% de los pakistaníes apoya la lapidación de adúlteras. El 40% de los musulmanes británicos apoya la implantación de la sharia. El 77% de los egipcios defiende las amputaciones. El 76% de los musulmanes asiáticos defiende la pena de muerte para aquellos que renieguen del islam. El 31% de los turcos apoya los atentados suicidas contra occidentales. El 90% de los palestinos apoya los ataques contra soldados americanos. Tres de cada cuatro musulmanas afincadas en Francia dicen vestir hiyab, niqab, chador o burka por miedo al castigo. El 24% de los musulmanes afincados en los EE. UU. dice que la violencia contra aquellos que ofenden al islam está justificada. Aquí tienen la lista completa de encuestas sobre valores éticos y morales en el islam publicadas en diferentes medios internacionales.
Así que vamos a dejarlo claro desde un principio: obviamente, no todos los musulmanes son terroristas. Pero el apoyo a los que sí lo son, así como a otros tipos de violencia basada en los dogmas del islam, es prevalente en la civilización islámica. Y a esto se le puede llamar de muchas maneras pero “conflicto de civilizaciones” parece una forma bastante conservadora de denominarlo. Si prefieren llamarlo colisión de valores o incompatibilidad de caracteres, háganlo.
Así que, ¿qué cantidad de dinero estarían ustedes dispuestos a apostar por una hipotética futura convivencia pacífica del islam con el resto de civilizaciones? ¿Por su adaptación a los valores predominantes en Occidente? Digamos el de la no discriminación religiosa, el del predominio de la autoridad política y de la ley sobre cualquier tipo de autoridad o dogma religioso, o el de la igualdad de hombres y mujeres. Sobre todo el de la igualdad de hombres y mujeres. ¿Diez euros? ¿Cinco? ¿Cero?
Cualquier cantidad inferior a su salario de un mes indica que su opinión no vale un pimiento y que usted es sólo un posturitas.