THE OBJECTIVE
Ferran Caballero

La cara amable de la ficción

Me gustó ver a Shimon Peres tan sonriente en el Trono de Hierro, porque no todos los políticos tienen una relación tan sana como él con la ficción. Unos, porque la prefieren a una realidad que nunca está a la altura de sus aspiraciones. Otros, porque no pueden soportar que no se ajuste a los estrechos márgenes de sus prejuicios ideológicos. Como suele pasar, no hay nada que una más a estos políticos que su afán censor, aunque los primeros prefieran prohibir la verdad y los segundos la ficción.

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La cara amable de la ficción

Me gustó ver a Shimon Peres tan sonriente en el Trono de Hierro, porque no todos los políticos tienen una relación tan sana como él con la ficción. Unos, porque la prefieren a una realidad que nunca está a la altura de sus aspiraciones. Otros, porque no pueden soportar que no se ajuste a los estrechos márgenes de sus prejuicios ideológicos. Como suele pasar, no hay nada que una más a estos políticos que su afán censor, aunque los primeros prefieran prohibir la verdad y los segundos la ficción.

Entre los más ilustres representantes del primer grupo cuento a mi alcaldesa de adopción. La Ilustr. Sra. Ana María Martínez, socialista, parece convencida de que el papel que le ha tocado representar en esta vida es el Frank Underwood, y anda desesperada por ser todo lo mala posible para lograr todo el poder posible para hacer algo que soy incapaz de imaginar pero que tiene que ser histórico. Si fuese un poco más sofisticada en sus tejemanejes tendría un guionista de la HBO para escibirla, pero por cutre tendrá que conformarse conmigo. La primera vez que oí hablar de la señora fue cuando organizó una rueda de premsa para condenar públicamente a una de sus conciudadanas, que había osado escribir un artículo crítico contra ella en un periódico digital. Poco después se convirtió en mi alcaldesa y ahora puedo decir que tengo el orgullo y el privilegio de vivir en el único ayuntamiento de Cataluña que celebró el día de la Constitución con la pompa y circumstancia que el día exigía. Este fue el precio que le impusieron sus aliados, C’s y PP, para tragarse al concejal tránsfuga que compró por 40.000€ al año. A media jornada.

Compró, repito, un tránsfuga por 40.000€ al año a media jornada, después de haber firmado un pacto antitransfuguismo. Y cuando un programa de humor de la radio local se atrevió a bromar sobre el asunto, llamó para informar de que, si no se cerraba el programa, ya cerraría ella la radio. Con el argumento de que la parodia le había parecido poco plural. Como si hubiese en Rubí posibilidad de alguna parodia a la altura de sus hazañas políticas. O como si el valor de la pluralidad no dependiese de ser una muestra de libertad y no la magnánima imposición del cacique de turno para presumir de tolerante ante los suyos. Que la alcaldesa justifique la censura en nombre de la pluralidad demuestra con qué facilidad puede el progresismo atajar hacia el totalitarismo. Como les decía, es conocido el poco respeto de esta alcaldesa por la libertad de expresión, y no sería yo su primer crítico en recibir linchamiento público, pero yo también preferiría ser un personaje de HBO, aunque sea el de periodistilla pringado.

Entre los segundos, entre aquellos que prefieren prohibir la ficción cuando no saben usarla como propaganda, destaca esta semana la alcaldesa, también socialista, de Castellón. Lo habrán leído. El consistorio castellonense está “en pie de guerra” contra los Simpson porque les parece un modelo de familia caduco “que perpetúa el rol de hombre dominante y mujer sumisa que fomenta la desigualdad”. Según publica ABC, “la vicealcaldesa y concejala del área, Ali Brancal, ha indicado que «en el caso de los Simpson podemos ver cómo el marido es quien trabaja fuera de casa y, entre otros, tiene comportamientos agresivos hacia su hijo mientras la madre, Marge, es una ama de casa abnegada que vive una vida basada en el cuidado de los demás que no le satisface». Además, Lisa es una chica muy aplicada y responsable y Bart es travieso y mal estudiante.

Nadie podrá negar que la descripción es justa. Pero cuesta reconocerles como mérito el haber descubierto a su edad y en su condición algo que cualquier niño entiende a los 5 minutos de mirar la serie. Lo que cuesta más de entender es que crean sinceramente que alguien toma a Los Simpson como familia modélica. Como dice Gregorio Luri, “los Simpsons tienen todos los defectos que podamos imaginarnos y más. Pero tienen dos virtudes fundamentales, nada habituales. La primera, que son capaces de olvidar los agravios. Cada capítulo comienzan desde cero, y eso es fabuloso para una familia. Y la segunda, que a pesar de todas las barbaridades, hay una cosa de la que están seguros, a la hora de la verdad saben que son una familia y que esto los hace ser afortunados”. Los Simpson son, en palabras de Paul Cantor, la mejor defensa de la familia, porque son la defensa de la familia hasta en el peor de los casos. Porque incluso una familia como la de los Simpson tiene derecho a estar contenta de ser una familia. Pero claro, eso todavía les gusta menos a nuestros progresistas, así que a la guerra con ellos.

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