THE OBJECTIVE
Gonzalo Gragera

Ciudadanos, quo vadis?

La IV Asamblea de Ciudadanos se ha saldado con la definición de un partido que adolece de un estilo más sólido en su retórica que en su práctica. Y de enormes diferencias según qué regiones: el Ciudadanos de Andalucía y el de Cataluña son dos partidos distintos. Al contrario de lo que sucedía en UPyD, quien pudo ser su socio y terminó de enemigo, Ciudadanos es un partido fuerte en el liderazgo y débil en el peso de su ideario. ¿Por tesis? No: por los nombres que lo defendían, o defienden. Con frecuencia desencantados de uno y otro partido mayoritario que más que convicciones en el cambio y en el atractivo modo del pragmatismo idealista de la nueva formación vieron la oportunidad de destacar y hacer carrera política en un lugar en donde los puestos relevantes los adjudicaban a medida que los candidatos iban llegando. Si no, reitero, que pregunten en Andalucía, donde Juan Marín, predispuesto al pacto con el poder de Susana Díaz antes que al complicado ejercicio de oposición, prometía consejerías a antiguos simpatizantes del Partido Popular. Simpatizantes que vieron una oportunidad única. Y que ahí están.

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Ciudadanos, quo vadis?

La IV Asamblea de Ciudadanos se ha saldado con la definición de un partido que adolece de un estilo más sólido en su retórica que en su práctica. Y de enormes diferencias según qué regiones: el Ciudadanos de Andalucía y el de Cataluña son dos partidos distintos. Al contrario de lo que sucedía en UPyD, quien pudo ser su socio y terminó de enemigo, Ciudadanos es un partido fuerte en el liderazgo y débil en el peso de su ideario. ¿Por tesis? No: por los nombres que lo defendían, o defienden. Con frecuencia desencantados de uno y otro partido mayoritario que más que convicciones en el cambio y en el atractivo modo del pragmatismo idealista de la nueva formación vieron la oportunidad de destacar y hacer carrera política en un lugar en donde los puestos relevantes los adjudicaban a medida que los candidatos iban llegando. Si no, reitero, que pregunten en Andalucía, donde Juan Marín, predispuesto al pacto con el poder de Susana Díaz antes que al complicado ejercicio de oposición, prometía consejerías a antiguos simpatizantes del Partido Popular. Simpatizantes que vieron una oportunidad única. Y que ahí están.

Nos tememos que la concreción en el discurso político de Ciudadanos, que pasa por una mutación de los principios socialdemócratas a los del liberalismo progresista, es más útil al objeto de los titulares de prensa que a la coyuntura, a la realidad. ¿Qué partido, a mínimo que uno lea con detenimiento el Título VII de la Constitución, se podría escapar de esos dos ejes, más aún del socialdemócrata? ¿Cómo puede obviar Ciudadanos su fin social con un proyecto en el que, entre otros muchos puntos similares, garantiza un premio, escribo literal, a las empresas que en sus sectores despidan menos? No nos escandalizamos de la medida, pero nos asombran estas pretensiones de índole liberal, y más al asomarnos a muchos de los propósitos que plantean.

Este giro de Ciudadanos los deja en una difícil situación respecto del electorado del Partido Popular, de donde viene buena parte de sus votantes: los decepcionados con el Gobierno y los hijos de estos. ¿Qué diferenciaría a Ciudadanos de los populares en este nuevo esquema de partido? ¿Cómo van a consolidar su voto, si ya nada los distancia de sus rivales ideológicos –en cuanto a votantes, no a políticas-, y el escepticismo de la sociedad para con los partidos tradicionales, motor de las fugas liberal-conservadoras, es cada vez menor? ¿Será que en el PP buscan socios con los que gobernar? Preguntas que quedan sin respuestas a corto plazo. Habrá que ver cómo evolucionan los acontecimientos. Por ahora, como escribió Calderón, con poco espanto lo admiro y con mucha duda lo creo.

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