Los enemigos del pueblo
La relación de Trump con la prensa es un misterio insondable. Trump es un showman y siempre ha sabido beneficiarse de los automatismos de los medios de comunicación para que éstos sirvan a sus intereses; ha hecho para él lo que las agencias de medios ofrecen a sus clientes. Tras décadas de perfeccionar su técnica, el hombre se presenta a las elecciones presidenciales: lanza sus mensajes para que la prensa los muerda con sus fauces, y en lugar de destruirle, los medios le han acabado encumbrando como presidente de los Estados Unidos.
La relación de Trump con la prensa es un misterio insondable. Trump es un showman y siempre ha sabido beneficiarse de los automatismos de los medios de comunicación para que éstos sirvan a sus intereses; ha hecho para él lo que las agencias de medios ofrecen a sus clientes. Tras décadas de perfeccionar su técnica, el hombre se presenta a las elecciones presidenciales: lanza sus mensajes para que la prensa los muerda con sus fauces, y en lugar de destruirle, los medios le han acabado encumbrando como presidente de los Estados Unidos.
En esta lucha, el terreno de juego lo ponen los propios medios de comunicación. Pero no juegan con ventaja, porque han perdido antes de bajarse del autobús: la credibilidad de los periodistas está por los suelos. Y en ese naufragio no ha participado Donald Trump. Según el director del área política de la CBS, John Dickerson, ha dicho: “Creo de veras que las élites de Manhattan-Beltway han perdido a la gente”, y que “la prensa ha hecho un buen trabajo arruinando su reputación”.
Si la prensa se limitase a hacer su trabajo, que es de por sí complicado y laborioso, no habría pasado. Pero se ha dedicado en gran parte a hacer lo que cándidamente reconoció Mika Brzezinski en la NBC el pasado miércoles. Dijo que el presidente quiere restarle credibilidad a la prensa, y que “puede haber socavado tanto el mensaje, que de hecho puede controlar exactamente lo que la gente piensa. Y ese es nuestro trabajo”. No, Mika, tu trabajo es contar lo que acaece, no controlar lo que piensan los votantes. Ese dogmatismo antidemocrático de la prensa, de parte de ella, es lo que ha arruinado su capital, que es la credibilidad.
Y es esa prensa automutilada la que ha llevado a Trump al poder. Una vez ahí, el hombre del pueblo, el azote de las élites, ha descalificado a la prensa desafecta como “los enemigos del pueblo”. Cartesianismo populista. Y con solera. La expresión “enemigos del pueblo” se acuñó en la Revolución Francesa para señalar mortalmente a quienes se opusieran al nuevo poder o simplemente se aferrasen al stablishment. La tragedia y la farsa, ya lo decía Marx en ‘El 18 de brumario de Luis Bonaparte’.
Sólo que, como en el caso de la revuelta francesa, y como en todos los casos, los enemigos del pueblo están siempre en el poder.