MyTO

1917

Corea del Norte es como ese llavero de un paraíso exótico que uno compra en el aeropuerto antes de volver a casa para constatar el yo estuve allí. Nunca he entendido la fascinación por el comunismo oriental. De hecho, en España, maoístas lo fueron cuatro hijos de papá y Federico Jiménez Losantos. Los hombres de bien, por regla general, evitan las doctrinas asesinas. Bien es cierto que algunos incurrimos en la insana fascinación por Trotsky. No diremos que fuera buen tipo, pero ciertamente fue un tipo fascinante. Siendo un intelectual (y un grandísimo crítico literario), organizó el Ejército Rojo, formado por oficiales zaristas bajo la supervisión de comisarios bolcheviques. Trotsky no estaba por tonterías y quería ganar la guerra civil, así que cuando los comisarios se ponían farrucos se los cargaba. Stalin, claro está, censuró la actuación del camarada judío ya que iba en contra de los intereses de la nueva casta revolucionaria burocratizada. Y Trotsky se lo sacó de encima con un manotazo displicente. Lo pagó carísimo.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Corea del Norte es como ese llavero de un paraíso exótico que uno compra en el aeropuerto antes de volver a casa para constatar el yo estuve allí. Nunca he entendido la fascinación por el comunismo oriental. De hecho, en España, maoístas lo fueron cuatro hijos de papá y Federico Jiménez Losantos. Los hombres de bien, por regla general, evitan las doctrinas asesinas. Bien es cierto que algunos incurrimos en la insana fascinación por Trotsky. No diremos que fuera buen tipo, pero ciertamente fue un tipo fascinante. Siendo un intelectual (y un grandísimo crítico literario), organizó el Ejército Rojo, formado por oficiales zaristas bajo la supervisión de comisarios bolcheviques. Trotsky no estaba por tonterías y quería ganar la guerra civil, así que cuando los comisarios se ponían farrucos se los cargaba. Stalin, claro está, censuró la actuación del camarada judío ya que iba en contra de los intereses de la nueva casta revolucionaria burocratizada. Y Trotsky se lo sacó de encima con un manotazo displicente. Lo pagó carísimo.

En fin, que aprovechando el centenario de la Revolución de Octubre y contra los podemitas, leo todo lo que cae en mis manos sobre los bolcheviques. Es acojonante. Lenin instauró el estalinismo. Construyó y puso en marcha la maquinaria para que su alumno más aplicado, sádico, sanguinario y paranoico lo llevara al paroxismo. Nada peor que un revanchista de una frialdad moral inmisericorde. Y si Stalin fue un delincuente demente, Lenin vivió entre algodones cultivados por mujeres. La madre, su esposa y la amante. En un pack. Nunca dio palo al agua ni conoció en su vida a un trabajador que tuviera que levantarse a diario con el sol para dar de comer a su familia. Un pijo que nunca le perdonó al Zar que ejecutara al terrorista de su hermano.

¿Y Trotsky?

Sigue siendo una debilidad insana. I’m sorry.