La caída de Artur Mas
La inhabilitación de Artur Mas es como entrar en un coma irreversible y se suma de modo heterogéneo a las graves revelaciones del caso Palau y a la reaparición judicial del caso Pretoria, mientras la dinastía Pujol va hundiéndose en la amalgama de evidencias procesales. Ahora de nada le sirven todos los esfuerzos dedicados últimamente a ser de nuevo candidato en unas elecciones anticipadas. La afortunada inhabilitación ha dado un respiro a quienes preferían verle desaparecer de escena, incluso a quienes todavía esperan que haya algún indicio de vida entre las ruinas de Convergència. Aunque sea en términos metafóricos, en paralelo con la metástasis de la corrupción, ¿puede hablarse de un contagio de la ruina institucional? Y, por otra parte, ¿cuándo y cómo, si es factible, regresa la vida pública a una normalidad de la que fue apartada por la falacia independentista?
La inhabilitación de Artur Mas es como entrar en un coma irreversible y se suma de modo heterogéneo a las graves revelaciones del caso Palau y a la reaparición judicial del caso Pretoria, mientras la dinastía Pujol va hundiéndose en la amalgama de evidencias procesales. Ahora de nada le sirven todos los esfuerzos dedicados últimamente a ser de nuevo candidato en unas elecciones anticipadas. La afortunada inhabilitación ha dado un respiro a quienes preferían verle desaparecer de escena, incluso a quienes todavía esperan que haya algún indicio de vida entre las ruinas de Convergència. Aunque sea en términos metafóricos, en paralelo con la metástasis de la corrupción, ¿puede hablarse de un contagio de la ruina institucional? Y, por otra parte, ¿cuándo y cómo, si es factible, regresa la vida pública a una normalidad de la que fue apartada por la falacia independentista?
Quién sabe si ya sin la obcecación patológica de Mas algo puede desatascarse o si todavía hará falta un mayor deterioro de la vida institucional de Cataluña para que circule el aire. Ya es manifiesto que Artur Mas, sin paliativos, ha sido uno de los políticos más nefastos de Cataluña y el daño causado al pluralismo de la sociedad catalana es muy nocivo, hasta tal punto que la consiguiente polarización dificulta aún más las formas de convivencia, en el propio seno de la sociedad catalana y para la Cataluña cuyo encaje es España.
Si la inhabilitación ha sido leve o si va tener efectos de ejemplaridad es algo aún por determinar. La ley es la ley. Quedan las huellas pleistocénicas de una concatenación casi “ad infinitum” de desacatos y afrentas al Estado de Derecho. Mas estuvo en los orígenes de esa concatenación, la impulsó y acabó dejándose llevar por los derrumbes de la demagogia secesionista. La sentencia es muy clara y Convergència –la vieja y la nueva- va a desaparecer del paisaje político de Cataluña. ¿Qué viene ahora? El desafío independentista aparentemente había cogido tanto empuje, aun sin contar con un suficiente respaldo social, que puede quedarle por delante una cierta gestión populista de la inercia. Eso si tanta descomposición política no acelera la configuración de un nuevo mapa político y sobre todo social. El recelo, la desconfianza y el hartazgo no van a solventarse de un día para otro, especialmente si –como parece- TV3, Catalunya Ràdio y los digitales subvencionados con dinero público siguen dando curso tóxico a la manipulación histórica y a la desinformación. Si algo desea el ciudadano es claridad. Por el contrario, hay algo de oscurantismo histórico en este final de Mas. Es tragicómico que quien propugnaba una secesión que dejaba a Cataluña, por irse de España, fuera de la Unión Europea, ahora diga que recurrirá a Europa para esquivar su inhabilitación.