El cleptosecesionismo
La herida abierta por la corrupción en Cataluña está supurando. Asistimos a las patrióticas llamadas a romper la única patria de los catalanes, que es España, y al mismo tiempo a juicios a los que se somete cada ‘procés’ de latrocinio del Estado por parte de la clase política catalana; toda la que ha tenido poder.
La herida abierta por la corrupción en Cataluña está supurando. Asistimos a las patrióticas llamadas a romper la única patria de los catalanes, que es España, y al mismo tiempo a juicios a los que se somete cada ‘procés’ de latrocinio del Estado por parte de la clase política catalana; toda la que ha tenido poder.
Es todo una y la misma cosa. El secesionismo es la ideología que unge a los líderes del saqueo catalán con un toque divino. Como vivimos con la mala noticia de Zaratustra, ahora cualquiera puede arrogarse el poder de divinizar a los sátrapas; incluso el ‘pueblo catalán’.
El secesionismo es también un instrumento mucho más mundano: un arma política con la que se amenaza al conjunto del Estado, para que suspenda su funcionamiento y ampare la corrupción.
Este juego de corruptos no puede durar indefinidamente. Como en una tragedia griega, los protagonistas están abocados a cumplir con su destino, aunque sea fatal. El cleptosecesionismo catalán está condenado a envidar siempre más, hasta el órdago final. En ese final, los protagonistas sólo pueden ser los puros, los que no han conducido a Cataluña, y a España, a esta situación, porque no han tenido poder y, por tanto, no han tenido ocasión de robar a espuertas.
Y entonces la corrupción del gobierno de amparar la cleptocracia catalana si no se portan muy mal no tendrá efecto. Y habrá que aplicar la ley, y recordar que España sí es una nación, y Cataluña no. Quizás no estemos muy lejos de ello.