Chuck Berry: nunca se sabe
En cuanto supe que había muerto Chuck Berry fui a escuchar “You never can tell”, su alegre canción de 1964, también conocida como “C’est la vie”: música rock, letra bien articulada y tono afectuoso, levemente burlón, sobre el matrimonio de dos adolescentes de Nueva Orleans sin un chavo, que –“you never can tell”, nunca se sabe– sale bien; “Pierre” y la “mademoiselle” prosperan, él encuentra trabajo, ella aprende a cocinar, con el paso de los años su modesto piso se va llenando de estupendos artículos de consumo, incluidos 700 discos de jazz y rock, y, en fin, hasta trucan un viejo coche para volver a Nueva Orleans y celebrar el aniversario de su boda.
En cuanto supe que había muerto Chuck Berry fui a escuchar “You never can tell”, su alegre canción de 1964, también conocida como “C’est la vie”: música rock, letra bien articulada y tono afectuoso, levemente burlón, sobre el matrimonio de dos adolescentes de Nueva Orleans sin un chavo, que –“you never can tell”, nunca se sabe- sale bien; “Pierre” y la “mademoiselle” prosperan, él encuentra trabajo, ella aprende a cocinar, con el paso de los años su modesto piso se va llenando de estupendos artículos de consumo, incluidos 700 discos de jazz y rock, y, en fin, hasta trucan un viejo coche para volver a Nueva Orleans y celebrar el aniversario de su boda.
Curiosamente esta canción tan feliz en todos los sentidos la compuso Berry en la cárcel, donde lo pasó bastante mal y de donde salió bastante amargado. Treinta años después le dio nueva vitalidad, entre otros, Quentin Tarantino, haciendo que la bailaran John Travolta y Uma Thurman en la famosa secuencia de “Pulp Fiction”. Travolta interpreta a un sicario, y Thurman a la chica de su jefe. Antes de ponerse a bailar se descalzan; ella lleva las uñas de los pies pintadas, y él calcetines agujereados.
Creo que con esa escena Tarantino quería homenajear el madison de Michel Legrand que bailan de manera encantadora, y falsamente improvisada –pues ensayaron cada día durante todo un mes–, Anna Karina, Claude Brasseur y Sami Frey en “Bande à part”, a su vez acaso un tributo al baile de “Parlami d’amore, Mariu” en “Gli uomini, che mascalzoni” de Vittorio de Sica, 1932. Todas, escenas de una gracia misteriosa, y justamente memorables, sobre las que podría extenderme folios y folios pero bastará con decir que pueden verse en youtube.