Sí, habrá un robot al volante
Un conductor toma la decisión de saltarse un ‘ceda el paso’, y el Volvo que intentaba cambiar el sentido choca contra él. La noticia no habría aparecido siquiera en la prensa local si el segundo vehículo hubiese estado conducido. Pero es uno de esos drones sobre ruedas que constituyen la promesa de un mejor transporte; un coche que se gobierna de forma autónoma, sin conductor. Como la tecnología no está madura, circulan con un piloto que, llegado el momento, retoma el control. En esta ocasión, la precaución no ha sido suficiente.
Un conductor toma la decisión de saltarse un ‘ceda el paso’, y el Volvo que intentaba cambiar el sentido choca contra él. La noticia no habría aparecido siquiera en la prensa local si el segundo vehículo hubiese estado conducido. Pero es uno de esos drones sobre ruedas que constituyen la promesa de un mejor transporte; un coche que se gobierna de forma autónoma, sin conductor. Como la tecnología no está madura, circulan con un piloto que, llegado el momento, retoma el control. En esta ocasión, la precaución no ha sido suficiente.
El coche forma parte de la flota de coches autónomos de Uber en la ciudad de Tempe, Arizona. La compañía ha suspendido su programa de pruebas con coches autopilotados, como primera providencia. Pero volverá a retomarlo. Uber ve un futuro de coches que funcionan sin horario, y en los que todos los ingresos van para la compañía.
En nuestra ciudad habrá decenas, centenares de coches fantasma, que reaccionarán como autómatas a un par de toques en la pantalla de nuestro teléfono móvil. Alquilaremos el uso de los coches para la ciudad. Nos recogerán, y por un módico precio nos dejarán donde queramos. Más adelante, sólo habrá vehículos autónomos, que se comunicarán entre ellos. Los atascos serán menos frecuentes. Y no habrá multas, porque los vehículos no se saltarán el código. Los ayuntamientos, como venganza, nos prohibirán conducir por el centro de las ciudades. Leeremos camino del trabajo, si es que entonces todavía se estila esta milenaria costumbre. Los metros de las ciudades se cerrarán y se convertirán en museos o centros de ocio.
Es un futuro que casi podemos tocar con la punta de los dedos, pero que aún se nos hace lejano. Es normal que la transición cause accidentes. En la I Guerra Mundial, el índice de mortalidad de los aviones, en sus primeros vuelos, era de más del 70 por ciento a los tres meses. Los pasos que vamos a dar a esta nueva forma de transporte no van a ser tan traumáticos.