THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

La perfección bolivariana

La “experiencia democrática venezolana”, que el cineasta Pedro Almodóvar propuso como ejemplo a seguir en aquéllos días de furia contra José María Aznar, se acerca a su perfección bolivariana. La revolución sufre cuando el poder está dividido, y parte de él campa a sus anchas, desobediente. ¿Qué revolución sin dictadura? ¿Qué perfección sin unicidad?

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La perfección bolivariana

La “experiencia democrática venezolana”, que el cineasta Pedro Almodóvar propuso como ejemplo a seguir en aquéllos días de furia contra José María Aznar, se acerca a su perfección bolivariana. La revolución sufre cuando el poder está dividido, y parte de él campa a sus anchas, desobediente. ¿Qué revolución sin dictadura? ¿Qué perfección sin unicidad?

El gobierno de Nicolás Maduro ha estado aplicando el socialismo del siglo XXI sin impedimentos hasta que ganó la oposición en las elecciones legislativas de 2016. Nada más producirse el hecho, el gobierno se arrogó la función de controlar al Banco Central, que pertenecía a la Asamblea Nacional. Recientemente, Maduro ha dicho que “más temprano que tarde tendremos la dicha de recuperar la Asamblea Nacional y tener un Poder Legislativo de la patria”. En su léxico, la patria son ellos, como ocurre aquí con Podemos. Finalmente, ha acabado por consumar la dictadura, también en las formas.

El Tribunal Supremo, uno de los tentáculos del régimen, asumió todos los poderes de la Asamblea Nacional tras habérselos retirado. El TS rectificó este sábado por la presión de las calles, pero sobre todo por la presión internacional. Hace bien. Es más duradera una dictadura si logra mantener la apariencia de una democracia. El régimen se juega que la OEA ponga sobre la mesa la “carta democrática”, que le expulsaría de la organización y que sería el primero de una serie de movimientos que aislarían al régimen. Su último paso hubiera conducido a ese repudio institucional generalizado, por eso se ha retraído; pero ha desnudado sus intenciones.

Aunque, en realidad, conocemos bien cuáles son desde 1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder. Entonces me pregunté cuántos años tardaríamos en ver la inflación, las colas ante supermercados desabastecidos, el hambre en las calles y el socialismo triunfante. Y me pregunté cuánto tardaríamos en ver censura en los medios, opositores en las cárceles y suspensión de la burguesa costumbre de convocar elecciones. Hoy vemos las dictaduras en la economía y la política hermanadas, como siempre. Este es el añorado triunfo de la revolución bolivariana. Es la consumación del chavismo.

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