Por un fin de ETA sin impunidad
Pernando Barrena, en 2009, uno de los líderes políticos de la mafia etarra, escribió que “los terroristas de hoy puede que mañana no lo sean; depende de quién escriba la historia”, razonamiento que explica perfectamente cuáles son las intenciones de la banda terrorista una vez que asumió que ha sido policialmente derrotada por el Estado de Derecho y especialmente por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Pernando Barrena, en 2009, uno de los líderes políticos de la mafia etarra, escribió que “los terroristas de hoy puede que mañana no lo sean; depende de quién escriba la historia”, razonamiento que explica perfectamente cuáles son las intenciones de la banda terrorista una vez que asumió que ha sido policialmente derrotada por el Estado de Derecho y especialmente por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Tras décadas tratando de imponer su proyecto político totalitario al conjunto de la sociedad a través del terrorismo, su intención ahora es reescribir y falsear la historia, de modo que los terroristas que buscaron y provocaron el asesinato de centenares de inocentes y los responsables políticos que los justificaron, ayudaron y cobijaron, pasen a ser considerados seres angelicales, artesanos de la paz o defensores del “Pueblo Vasco”. Ante esta pretensión falsaria, los ciudadanos libres y comprometidos con la Verdad, la Justicia, la Democracia, el Estado de Derecho y las víctimas del terrorismo, debemos volver a alzar la voz, contar la verdad, desmontar sus falacias y llamar a las cosas por su nombre… además de denunciar a quienes, convencidos de sus pretensiones, tontos útiles o despistados varios, están dispuestos a facilitar o permitir a ETA el blanqueo histórico inaceptable que obviamente pretende.
El terrorismo es terror y es propaganda. Y en la propaganda y la mentira se basan sus acciones durante los últimos tiempos: de ahí que, acertadamente, Fernando Savater dijera ayer en San Sebastián, acompañado de lo mejor de la sociedad española, que “no queremos que ETA cambie las armas de matar por las armas de mentir”, que es como decir que, efectivamente, queremos que se desarme (mejor, que los demócratas le desarmemos), pero que no aceptamos que siga utilizando la mentira en beneficio de sus intereses, arma utilizada históricamente por los totalitarios, como hemos podido comprobar en su repugnante comunicado, donde, de manera ruin, afirma, entre otras lindezas, que “tomamos las armas por el Pueblo Vasco y ahora las dejamos en sus manos”. El trabajo es ingente y la batalla para derrotarlos políticamente durará años, pero conviene dejar claro hoy mismo y repetir en la cara de los terroristas y servicios auxiliares lo que la gente decente ya sabe: que no tomasteis las armas por el Pueblo Vasco sino que voluntariamente las tomasteis para matarnos, quitarnos la libertad, acabar con la democracia e imponernos vuestro proyecto totalitario.
Históricamente, han sido (hemos sido) miles de ciudadanos comprometidos los que hemos plantado cara a la banda terrorista: además de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, cuya labor nunca agradeceremos suficientemente, intelectuales, cargos públicos, profesores, activistas pro derechos humanos, jueces y magistrados, periodistas y centenares de personas anónimas que vieron, por eso, su vida perjudicada… cuando no definitivamente truncada. Ciertamente no fuimos tantos como era preciso y la decencia exigía, pero ahí estuvimos… y seguimos estando, como acabamos de ver en la respuesta que ha recibido el Manifiesto “Por un fin de ETA sin impunidad”, promovido por Fernando Savater, Maite Pagazaurtundua, Teo Uriarte, Martín Alonso, Joseba Arregi, Consuelo Ordóñez y Luis Castells, apoyado por miles de personas comprometidas con la Verdad y la Justicia.
A menudo suelo decir que importa más lo que los ciudadanos comprometidos digamos y hagamos que lo que los terroristas vociferen; y es por esto que nosotros seguimos dispuestos a parar lo que antes fueron las armas de matar y hoy pretenden ser las armas de seguir mintiendo. Frente a sus falacias, ofrecemos un relato veraz, libre de manipulaciones y mentiras.
En este manifiesto se dicen cosas necesarias, como que “el futuro de la sociedad vasca y navarra no puede escribirse en la estela del miedo y la autocensura generados por ETA, aunque su acción terrorista haya dejado de amenazarnos”; “en un modelo de fin de ETA que llegue a tolerar diversos grados de impunidad, el pretendido apoyo a las víctimas del terrorismo se convertirá en un cruel sarcasmo, por mucho que lleguen a instalarse en los medios fórmulas retóricas eufemísticas tendentes a enmascararlo”; “lo primero que se debe exigir a la organización terrorista, y a su trama política, es la condena de la historia de terror de ETA, para garantizar que no nos encontramos con una de sus habituales jugadas puramente tácticas”; “si los responsables del daño causado no asumen su responsabilidad y no repudian la historia del terror, contribuirán a relativizar nuestra memoria y verdad, como si esta fuera una versión más a añadir a un muestrario de relatos equivalentes”; “una política penitenciaria que llegue a basarse en la excarcelación anticipada de presos juzgados y sentenciados, enmascarándolo en una aplicación laxa de la progresión de grados u otras medidas similares, supondría una forma de impunidad”, por lo que “el requisito de la colaboración es el único que beneficia a las víctimas y que prueba el arrepentimiento real de los criminales. La reinserción es un objetivo deseable pero conlleva un arrepentimiento cabal respecto al pasado criminal, el único medio capaz de romper la identidad entre el asesinato (el acto) y el victimario (la persona)”; “los ciudadanos y los gobiernos no han de perder la brújula moral ni política, ni sobre ETA, ni sobre el Estado de Derecho” porque “un final basado en la dignidad de los acosados y asesinados es aquel que se construye sobre la verdad, la memoria, la justicia y la reparación. La deslegitimación del lenguaje de ETA es, simultáneamente, una condición inexcusable para afrontar otra cuestión pendiente: el miedo y el desistimiento de una parte de la sociedad durante los años del terror”.
Así que pueden mentir cuanto quieran los terroristas y servicios auxiliares; miles de ciudadanos decentes seguiremos contando la verdad de los hechos ocurridos. Y exigiendo a las instituciones y gobiernos democráticos que actúen en consecuencia: que impidan cualquier tipo de impunidad y que lideren la deslegitimación del terrorismo y defiendan la dignidad de las víctimas y del conjunto de la sociedad a la que representan. En defensa de la democracia.