THE OBJECTIVE
Carlos Zumer

El votante no tiene razón

Conjurada Le Pen, el extremismo sólo espera su siguiente oportunidad. El reto de Macron es mayúsculo porque implica luchar, a la vez, dos batallas distintas: la de Francia y la de la antipolítica francesa. Una antipolítica que ha encontrado la manera de abandonar la marginalidad y auparse a la tarima de las mayorías. No sabemos por cuánto tiempo.

Opinión
Comentarios
El votante no tiene razón

Conjurada Le Pen, el extremismo sólo espera su siguiente oportunidad. El reto de Macron es mayúsculo porque implica luchar, a la vez, dos batallas distintas: la de Francia y la de la antipolítica francesa. Una antipolítica que ha encontrado la manera de abandonar la marginalidad y auparse a la tarima de las mayorías. No sabemos por cuánto tiempo.

Las fiebres del PSOE representan, en su escala, un desafío similar. Podemos ha estirado el mantel político por la izquierda y la vajilla del socialismo español ha amenazado con estrellarse, pero sigue en la mesa. La tesis general es que Podemos ha madrugado al PSOE, que le ha comido la merienda. No va desencaminada. Pero esta percepción entraña una idea más importante: la posibilidad de que el partido y sus votantes y militantes hayan confundido regenerar y revitalizar con mover la linde. Con comprarle el discurso a la nueva izquierda en ciertos principios nucleares. Una distinción que exige madurez y coraje porque las mareas electorales van precisamente en esa dirección.

El mayor triunfo de los discursos fronterizos es la homologación de quienes acampan extramuros. Estos piden como mínimo el ensanche y algunos incluso la gran demolición. Ellos sabrán. El problema son quienes, desde latitudes convencionales, se mueven oportunamente hacia el nuevo centro de gravedad atraídos por el parte meteorológico de la demoscopia más que por ningún tipo de convicción genuina.

El mayor conflicto intrínseco de la política será siempre la contradicción entre sus dos almas: ganar elecciones y gobernar. Lo primero convierte administrar en un concurso de belleza y lo segundo frecuentemente tiene poco que ver con lo popular. Por eso, el poder requiere toneladas de pedagogía y por eso la pobreza intelectual del electorado es uno de los mayores disolventes para la democracia.

Es por ello que los millones de votos de Le Pen son un aviso y un síntoma, pero nunca una ruta. Es por ello que la inconsistencia de Pedro Sánchez o el populismo de Susana Díaz deberían ser ave de paso y no estación permanente. Y es por ello que las urnas son como el EGM de la radio y hay que joderse, pero nunca serán nada más que eso: el dato de audiencia que va a misa. El voto es sagrado y el votante también. ¿No les parece suficiente carga? No les demos, encima, la razón.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D