MyTO

Inocencia

Parecerá un topicazo, pero una de las cosas más importantes en la vida es no olvidar el niño o niña o transgénero –¡que nadie se ofenda!– que llevamos dentro. No perder la curiosidad ni las ganas de jugar. Cuando todo nos parece conocido y aburrido, conservar esa inocencia de la niñez ayuda a ver el mundo de una forma virgen, sin el ruido mediático y popular al que somos sometidos. Tampoco sin ser (tan) víctimas de nosotros mismos. De nuestra experiencia o prejuicios.

Opinión
  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

Parecerá un topicazo, pero una de las cosas más importantes en la vida es no olvidar el niño o niña o transgénero –¡que nadie se ofenda!– que llevamos dentro. No perder la curiosidad ni las ganas de jugar. Cuando todo nos parece conocido y aburrido, conservar esa inocencia de la niñez ayuda a ver el mundo de una forma virgen, sin el ruido mediático y popular al que estamos sometidos. También sin ser (tan) víctimas de nosotros mismos. De nuestra experiencia o prejuicios.

El sábado fui a ver El sermón del bufón, de Albert Boadella, que explica su recorrido artístico entre Albert y Boadella. Entre el niño y el viejo artista. El autor aparece sobre el sobrio escenario y desdobla su personalidad para reflejar esas contradicciones entre el chaval indómito que hacía un arte grotesco y el hombre reflexivo en el que se ha convertido.

Boadella conserva muchas cosas de Albert, una de ellas es que sigue hablando sin filtros de todo lo que considera “mariconadas” o directamente “una mierda” en el arte. Y en la vida. Caiga quien caiga.

Hay otras grandes obras que reflejan esta infancia perdida. Ciudadano Kane y su “rosebud”. El chico era feliz con su familia y su trineo, pero su condición de rico heredero le hace convertirse en un mangante de la prensa, las finanzas y la política. Perdiendo su corazón e inocencia en el camino.

La obra de Boadella son las memorias no escritas de un artista de 73 años que sigue albergando un niño en su interior o un bufón, pero no un Peter Pan. Porque el mayor ridículo para los que tenemos la cabeza amueblada es envejecer sin madurar.