Orgullo y prejuicio
Se cumplen 200 años del nacimiento de Jane Austen. Strauss dijo que quizás un joven podría considerar que Dostoievski es el mejor novelista, pero que en la madurez debería cederle el trono a Austen. Es muy probable que tenga razón.
Se cumplen 200 años del nacimiento de Jane Austen. Strauss dijo que quizás un joven podría considerar que Dostoievski es el mejor novelista, pero que en la madurez debería cederle el trono a Austen. Es muy probable que tenga razón. Y es muy probable que pase con ella lo mismo que dice Valentí Puig que pasa con Pla; que es tan buena porque es conservadora.
Austen es conservadora porque entiende algo esencial e inmutable de la naturaleza de los hombres y porque entiende el valor de las convenciones. Es decir, que es conservadora porque ama a los hombres y a su tiempo, con todos sus defectos y virtudes, y sólo por eso se puede permitir el lujo de ser irónica.
Entiende, por ejemplo, que el orgullo y el prejuicio son condiciones naturales del hombre. Y que son tan naturales que no se las ahorran ni los más listos ni los más educados ni los más humildes ni sencillos. Y entiendo, como van entendiendo sus personajes, la tensión que existe entre los sentimientos y la razón y entre, por ejemplo, la naturaleza del deseo amoroso y la convención del matrimonio y la vida familiar.
Al constatar esta tensión, no son pocos los que se entregan a la tragedia romántica, pero Austen, con gran sensatez, prefiere abrazar la ironía conservadora. El romántico prefiere la soledad o la muerte porque no puede soportar las hipocresías de la vida en comunidad, pero Austen comprende que las convenciones son necesarias precisamente porque nuestra naturaleza es erótica y por eso política; que si no hay en la naturaleza ningún lugar al que podamos volver para vivir felices y en paz con nosotros mismos, bien tendremos que aprender a vivir y convivir con nuestros imperfectos semejantes.
Austen entiende que las costumbres y convenciones no son más que la forma que tiene nuestra naturaleza de manifestarse y por eso puede, como decía Allan Bloom, “presentar una imagen razonable de lo que parece una esperanza muy poco razonable; la armónica unión del deseo sexual con el amor, el matrimonio y la amistad”. Porque sólo desde esta convencional vida en sociedad podemos aspirar a satisfacer las mejores posibilidades de nuestra naturaleza.