La huelga y el tabú
Todos los derechos y libertades han de tener su límite en los derechos y libertades de los demás. Incluso en el caso de los llamados derechos prevalentes, que deberían ser muy excepcionales y limitados al derecho a la vida. Pero no suele ser así. Por tabú.
Todos los derechos y libertades han de tener su límite en los derechos y libertades de los demás. Incluso en el caso de los llamados derechos prevalentes, que deberían ser muy excepcionales y limitados al derecho a la vida. Pero no suele ser así. Por tabú.
¿Es prevalente el derecho de huelga de una parte, un grupo muy específico y limitado de trabajadores, sobre al derecho a la libre circulación de un todo, conformado por millares de ciudadanos en el momento más inoportuno para ellos? No. Más bien al contrario. De existir un derecho prevalente, en este caso sería, sin lugar a dudas, el de la libertad de circulación de la mayoría.
Sin embargo, seguimos tolerando que la minoría use a la mayoría como rehén para chantajear a empresas públicas y privadas en beneficio propio. Nadie hace nada. O más exactamente, nadie se atreve a hacer nada. Y la clase política menos que nadie.
Es el tabú. El tabú a meterse con los sindicatos. Pero es también el tabú a la ideología de género, a memorizar los crímenes chequistas o a abordar la reforma de la función pública. Es el tabú que no cesa.