Les pierde la estética
Sí, he recordado al adusto (y un tanto pelmazo) Unamuno y su célebre “a los catalanes les pierde la estética”. He estado a punto de gritarlo en plena Rambla de Cataluña cuando el azar me ha confundido con una masa uniforme de trapos y veraneantes al sol. Por un momento he temido encontrarme en pleno centro de alguno de esos villorrios costeros de pesadilla ante tanta alpargata fernández, sandalias con calcetines, sombreros de paja, pantalones cortos y riñoneras. Suerte que los guturales acentos del catalán interiorísimo me han devuelto a la realidad pues me ha parecido por un instante estar rodeado de sajones de camping y balconing.
Sí, he recordado al adusto (y un tanto pelmazo) Unamuno y su célebre “a los catalanes les pierde la estética”. He estado a punto de gritarlo en plena Rambla de Cataluña cuando el azar me ha confundido con una masa uniforme de trapos y veraneantes al sol. Por un momento he temido encontrarme en pleno centro de alguno de esos villorrios costeros de pesadilla ante tanta alpargata fernández, sandalias con calcetines, sombreros de paja, pantalones cortos y riñoneras. Suerte que los guturales acentos del catalán interiorísimo me han devuelto a la realidad pues me ha parecido por un instante estar rodeado de sajones de camping y balconing.
Los delataba, también es cierto, la estrellada a manera de capa de Superman paupérrimo. En cualquier caso, viéndoles comer infectas paellas y fritanga flatulenta en las terrazas de las posadas para turistas de Barcelona me dio por pensar que luego pasa lo que pasa y los ingleses de paso votan Brexit y estos quieren la ruptura unilateral. Definitivamente, somos lo que comemos.
Hasta cierto punto puedo justificar a la multitud festiva que mantiene un iluso espejismo vital. Transmitido de generación en generación. Desde 1714. Estaban desde los abueletes que no hicieron la guerra pero te la cuentan en plan videojuego hasta los padres con pinta de haberse quedado colgados en el Canet Rock de un mal viaje lisérgico. No hablaré de las mujeres porque no están los tiempos para incorrecciones pero diré que esas mamás mandonas, de permanente y teñido, adiposas, asertivas, gritonas y doctrinarias siempre me produjeron pavor. Como soy de Badalona, alguna en su vertiente catódica conozco.
No quisiera yo cortarles el rollo. Se les veía muy satisfechos y orgullosos en sus risotadas de cazalla, su mala educación, sus pintas pintorescas y sus comentarios supuestamente ingeniosos sobre los españoles. Sus consignas torticeras y su hórrida indumentaria.
Volviendo y parafraseando al adusto (y un tanto pelmazo) Unamuno. Ni vencerán ni convencerán. Hoy lo he tenido más claro que nunca.