En Cataluña estamos donde estábamos, o sea, estamos peor

Puigdemont no ha declarado ni ha convocado elecciones amparándose en la sandez de que Rajoy no le ofrece “garantías” para convocarlas. En un ejercicio insuperable de cobardía, el presidente de la Generalitat se achanta ante Rajoy, que ahora no debe echarse para atrás aunque tiene acreditado desde hace tiempo que no le apetece en exceso aplicar la Constitución vigente, y se ha achantado también ante la CUP y ERC, que le acusan de traidor. Lo lógico sería que el presidente del Gobierno siguiera con la aplicación del 155, adecuando su aplicación al desarrollo de los acontecimientos, pero es ineludible que vuelva la legalidad a Cataluña, a sus instituciones, para que los ciudadanos sientan que viven con los mínimos indispensables y exigibles de seguridad jurídica y con garantías de que la Autonomía sigue vigente.

En una jornada frenética, en la que las reuniones y las negociaciones han sido intensas y a muchas bandas, Puigdemont llegó a pedir la libertad de los Jordis, insólitos líderes del “procés” sin que nadie les haya elegido, y garantías de que no se aplicará el 155. Un exceso más de un político como Puigdemont que pasará a la historia de la torpeza, la ignominia y la cobardía. Las bases de las CUP, que es la formación que eligió a Puigdemont, siguen y van a seguir presionando en la calle para evitar el paso hacia atrás del presidente, pero van a fracasar.

Al final habrá elecciones autonómicas, que no interesan nada al PP, que debe afrontar antes un cambio de líder porque Xavier García Albiol ha perdido la confianza de Génova y quiere colocar a la ministra Dolors Montserrat en su lugar para competir con Inés Arrimadas. Elecciones que parece que ganarán Esquerra Republicana y el bloque independentista de nuevo, lo cual significa que seguimos donde estábamos, o sea, mucho peor, sin avanzar un paso, con todos los riesgos que ello conlleva.