El dedo en la llaga
Ágatha Ruiz de la Prada, con la espontaneidad e ingenio que la caracteriza, envuelta sin complejos en un vestido-bandera española, en su entrevista en Espejo Público ha puesto el dedo en la llaga. Catalana de madre, que siempre se sintió orgullosa de la Barcelona de tiempos pasados, cuando era la meca de la modernidad, vanguardia y libertad, arremetió contra Puigdemont
Ágatha Ruiz de la Prada, con la espontaneidad e ingenio que la caracteriza, envuelta sin complejos en un vestido-bandera española, en su entrevista en Espejo Público ha puesto el dedo en la llaga. Catalana de madre, que siempre se sintió orgullosa de la Barcelona de tiempos pasados, cuando era la meca de la modernidad, vanguardia y libertad, arremetió contra Puigdemont no porque sea independentista, que Ágatha no lo es, sino porque le parece «un hombre poquísimo inteligente. ¡Qué poco nivel tiene, qué bárbaro! Y creerse todas esas cosas… Súper cutre».
La diseñadora tiene más razón que un santo. Asombra que una persona tan mediocre haya sido presidente de una región que efectivamente ha sido puntera en todo. No fue elegido, es verdad, llegó a la Generalitat de carambola, cuando la CUP exigió la cabeza de Artur Mas, pero no es menos verdad que, incomprensiblemente, un sector amplio de catalanes tiene hoy a Puigdemont en un pedestal. Incluso le creen una especie de héroe y se creen la patraña de que es un exiliado, toda una falta de respeto para quienes han sufrido la tragedia del exilio; creen también que ha tenido un gesto de generosidad al renunciar a su salario de expresidente, cuando la renuncia se debe a que tenía que solicitar al Govern esa pensión, y hoy el Govern está asumido por el gobierno de Rajoy en virtud del 155, un artículo que se puso en marcha por el empecinamiento de Puigdemont en asentarse en la ilegalidad, lo que ha llevado a los catalanes a estar como están, con una confrontación interna, social, familiar, mucho más grave que la que mantienen los catalanes independentistas con el resto de España.
Ese es el drama que vive hoy Cataluña, la ruptura entre familiares, entre amigos, entre compañeros de toda la vida. Mientras intentan sobreponerse a esa situación infame, el Puigdemont que tan poco gusta a Ágatha y a millones de españoles –entre ellos millones de catalanes- se encuentra tan ricamente en Bruselas, en una campaña electoral en la que se presenta como el remedio de todos los males. Males que él provocó. Entre otros, que sus antiguos colaboradores y amigos se encuentran en prisión preventiva porque la escapada de Puigdemont hizo que la jueza Lamela les aplicara las medidas cautelares más duras.
Hay que ser muy fanático para confiar y apoyar a un personaje tan patético como el expresident.