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El país más tonto del mundo

A falta de instrumentos de análisis muy pero que muy precisos, a falta de datos fiables de la máxima fiabilidad, no podemos estar seguros a ciencia cierta de cuál es el país más tonto del mundo, y de hecho hay una fuerte competencia entre varios para alzarse con ese discutible blasón.

Opinión

Reuters

  • Nacido en Barcelona en 1956, escribe artículos para la prensa y ficciones. Su último libro publicado es la novela ‘Pronto seremos felices’.

A falta de instrumentos de análisis muy pero que muy precisos, a falta de datos fiables de la máxima fiabilidad, no podemos estar seguros a ciencia cierta de cuál es el país más tonto del mundo, y de hecho hay una fuerte competencia entre varios para alzarse con ese discutible blasón. ¿Venezuela, que era un país de inmensa riqueza, pero votó como presidente a un militar golpista que lo ha llevado por el camino de perdición? ¿Eslovenia, o Croacia, que formando parte de un gran país en el sur europeo prefirieron librar unas cuantas guerras para convertirse en menudencias en el mapa? ¿O… España?

A quienes sostienen que el país más tonto es España, las noticias de ayer les brindaron un nuevo argumento: trascendió que un cuerpo de seguridad del Estado -los Mossos d’Esquadra- ha estado trabajando con diligencia en sabotear los intentos de espionaje de otro cuerpo de Seguridad del Estado -la Guardia Civil- a unos presuntos delincuentes de cuello blanco. Es decir, que unos funcionarios se han dedicado a combatir las iniciativas de otros funcionarios, a desactivarlas, a hacer estéril su trabajo. Hombre, esto es muy tonto, porque al final el que paga a mossos y guardias es el mismo: el contribuyente.

Nos encontramos aquí con la actualización, en clave de vodevil, del personaje de Penélope: la esposa de Ulises que destejía durante la noche lo que había estado tejiendo durante el día, y esto durante veinte años, hasta que por fin volvió el marido de la guerra de Troya poniendo fin a tan absurda y nula actividad que sólo perseguía un objetivo: que fuese pasando el tiempo.

Pero también nos recuerda a la figura del demente que anda por la calle dándose bofetadas en su propia mejilla.

El despilfarro increíble de un Estado que financia, en primer lugar, a unos organismos e instituciones -la Generalitat- que no invierten todo su tiempo y parte de su presupuesto en mejorar la vida de los ciudadanos de ese Estado sino en destruirlo; y luego poner a la Guardia Civil a vigilar esas instituciones; y luego encima financia a los mossos para que hagan inútil esa vigilancia ¿no es pagar tres veces por la misma tontería, con resultado cero?