Cuarteles de invierno
Por los despachos del poder empiezan a circular telegramas de cansancio con el PP. Son desahogos en voz baja que, tras el episodio catalán, empiezan a filtrarse a la calle. Ya no cuenta la recuperación económica –¿achacable a las buenas políticas del gobierno o a los vientos de cola internacionales?–, sino una sensación de fatiga generalizada. Cuestión de imagen, tal vez: Rajoy sería un presidente del siglo XX para un país ansioso de novedades. El primer gran impulso de cambio generacional tuvo lugar en la década de los ochenta, cuando empezó a construirse el modelo territorial de las autonomías, el Estado del bienestar y una democracia inserta en el corazón de Europa. El segundo gran cambio generacional está sucediendo ahora, tras el crash económico de 2008 y el cuestionamiento de las instituciones del 78. ¿Una época nueva exige nuevos partidos? No necesariamente, pero sí elites distintas y relatos que conjuguen otra gama de valores. El principal riesgo del PP se mide según este binomio: mala selección de los cuadros de mando y ausencia de un relato de futuro. A lo que se añade el pesado fardo de la corrupción.
Por los despachos del poder empiezan a circular telegramas de cansancio con el PP. Son desahogos en voz baja que, tras el episodio catalán, empiezan a filtrarse a la calle. Ya no cuenta la recuperación económica –¿achacable a las buenas políticas del gobierno o a los vientos de cola internacionales?–, sino una sensación de fatiga generalizada. Cuestión de imagen, tal vez: Rajoy sería un presidente del siglo XX para un país ansioso de novedades. El primer gran impulso de cambio generacional tuvo lugar en la década de los ochenta, cuando empezó a construirse el modelo territorial de las autonomías, el Estado del bienestar y una democracia inserta en el corazón de Europa. El segundo gran cambio generacional está sucediendo ahora, tras el crash económico de 2008 y el cuestionamiento de las instituciones del 78. ¿Una época nueva exige nuevos partidos? No necesariamente, pero sí elites distintas y relatos que conjuguen otra gama de valores. El principal riesgo del PP se mide según este binomio: mala selección de los cuadros de mando y ausencia de un relato de futuro. A lo que se añade el pesado fardo de la corrupción.
Los rumores en Madrid insisten en que Rajoy no tiene intención de acortar la legislatura y que es probable que, antes de la primavera, acometa una remodelación del Gobierno. Esto último, de ser cierto, iría contra los instintos más básicos del presidente, que valora la estabilidad como un activo fundamental. Con Soraya amortizada dentro de la derecha española y De Guindos mirando de reojo hacia Europa, es posible que Rajoy –uno de los grandes animales políticos de estos últimos treinta años- empiece a pensar en ir retirándose a sus cuarteles de invierno. Posible, pero no probable. El poder busca perpetuarse y rara vez los cambios de ciclo son suaves. A su favor, el PP cuenta con una base de voto muy notable –quizá del 30 %– y con un momento económico que favorece la firma de presupuestos más generosos. Mientras tanto, el PSOE de Pedro Sánchez llama a la puerta de Cs. Por ahora con disimulo. Más adelante será distinto.