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Odiosamente español

En los últimos tiempos, los medios públicos catalanes han redoblado su misión propagandística provocando, por ejemplo, la deserción de sus programas –ya de por sí carentes del más elemental pluralismo- de aquellos tertulianos no alineados con el pensamiento dominante: o sea aquellos catalanes que no comulgan con el minoritario y lastimero independentismo.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

La instrumentalización partidista de los medios de comunicación públicos no es una anomalía catalana. Todas las televisiones y radios municipales, autonómicas y estatales conservan su punto paniaguado y su servicio tiene menos el propósito de servicio social que de altavoz áulico de los logros gubernamentales. Sin embargo, TV3 y Catalunya Ràdio detentan además la condición singular de millonaria estructura de estado. Desde su nacimiento se concibieron como armas ideológicas, lingüísticas y culturales al servicio de una causa.

En los últimos tiempos, los medios públicos catalanes han redoblado su misión propagandística provocando, por ejemplo, la deserción de sus programas –ya de por sí carentes del más elemental pluralismo- de aquellos tertulianos no alineados con el pensamiento dominante: o sea aquellos catalanes que no comulgan con el minoritario y lastimero independentismo.

Entretanto, hemos asistido a la quema de constituciones en directo, entrevistas a terroristas presentados como salvapatrias, a la suspensión de programas humorísticos por el mal humor de sus responsables, llamadas al chivatazo de las posiciones de la guardia civil en carretera, insultos de sus colaboradores a representantes de la oposición en las redes, insultos al padre de la líder de la oposición en la misma cara de esta y un largo y cansino etcétera que desmonta la leyenda según la cual los bárbaros son los mesetarios y TV3 el paradigma de una asepsia y rigor informativos dignos de la mitológica BBC.

La última muestra de desfachatez se produjo en un programa que junta la flor y nata de los retoños mediáticos de la convergencia más desinhibida. Uno de sus colaboradores apareció con una pleonástica nariz de payaso para informar a los tele(in)videntes de que esa noche se sentía “odiosamente español”. Luego se ofenden si se urge a la desinfección del chiringuito.

Y a todo esto el simpático Enric Millo afirma que están deseando poner punto final al 155 y retornar a la normalidad. ¿155? Ya nos contarán algún día cómo y cuándo lo aplicaron.