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La Bella y la Bestia

Las críticas de Isabel Coixet y Carlos Boyero hizo que fuera al cine a ver La forma del agua, película de Guillermo del Toro ganadora del Óscar a la mejor película.

Opinión
  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

Las críticas de Isabel Coixet y Carlos Boyero hicieron que fuera al cine a ver La forma del agua, película de Guillermo del Toro ganadora del Óscar a la mejor película.También el hecho de que el cine mexicano sea parte viva de Hollywood, con Alfonso Cuarón y González Iñarritu como dos de los grandes referentes actuales.
Hay películas que pueden no ser del gusto de uno, pero a las que se les reconoce talento. La forma del agua, no obstante, me pareció fea, violenta y maniquea. Solo al inicio vislumbra algo de originalidad. Cuando se entremezcla la Guerra Fría, su carrera armamentística y científica y las leyendas de monstruos en los lagos. También, ese peculiar amor entre solitarios alejado de las convenciones sociales.
Cuando pierde la sutileza y se bestializa –en todos sus sentidos– pierde su inicial encanto. Y refleja lo peor de nuestra época: humaniza a la bestia y deshumaniza al ser humano. Un animalismo mal entendido que me hizo pensar en Fernando Savater y cómo la ética es patrimonio exclusivo del ser humano.
La película embellece a la bestia al tiempo que todo lo humano se hace más feo. Si esto es progreso, mejor el retroceso de la Bella y la Bestia.