Cambridge Analytica
Por lo que respecta a la mentira, quizás el tiempo la pondrá en su lugar. Pocos se creen ya, por ejemplo, la publicidad en televisión. De que por comprarse un vehículo nuevo se conseguirá a la chica que aparece junto a ese modelo cuatro ruedas. Para ello, no obstante, es más importante que nunca el papel del periodismo y su constricción a la veracidad de los hechos.
La verdad no gusta. Y mucho menos gusta al populismo, que se caracteriza por decir siempre aquello que sus votantes quieren oír. Ya sea vender una ilusión sobre lo bonita que será la futura república o señalar a los inmigrantes como los causantes de todos los males. El primero se basa en emociones constructivas y el segundo en emociones negativas, pero ambos son caras de la misma moneda. De ese elector que vota con el estómago o el corazón, pero no desde la razón.
Las nuevas revelaciones sobre Cambridge Analytica nos muestran las conclusiones devastadoras de usar los datos de millones de usuarios en Facebook para vender mensajes políticos personalizados, acordes con el perfil de cada usuario. Esta publicidad política puede ser incluso falsa: solo importa que cada persona reciba un mensaje al que sea sensible con el fin de condicionar su voto.
Los expertos consideran que este nuevo método de filtrar mensajes –verídicos o falsos– es uno de los factores que dieron la victoria a Donald Trump sobre a Hillary Clinton en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos. Al perfil más izquierdista, por ejemplo, le mostraban noticias sobre el escándalo de la Fundación Clinton en Haití; mientras que al usuario más conservador le captaban con anuncios sobre la importancia de garantizar el derecho constitucional a llevar armas.
La novedad puede que sea el principal aliado de esta estrategia de persuasión sobre el voto mediante la mentira personalizada. Los humanos aún no estamos habituados a las redes sociales y a su impacto. Solo hay que ver a los partidos políticos, que a menudo parece que fijen sus posiciones por los vaivenes de las redes. Con los mensajes verídicos discriminados hay otro elemento que entra en juego, pero que no es nuevo: el hecho de que la gente suele leer únicamente sobre lo que está de acuerdo. Sin desafiar sus creencias. Internet, lejos de pinchar esta burbuja, la ha ampliado.
Por lo que respecta a la mentira, quizás el tiempo la pondrá en su lugar. Pocos se creen ya, por ejemplo, la publicidad en televisión. De que por comprarse un vehículo nuevo se conseguirá a la chica que aparece junto a ese modelo cuatro ruedas. Para ello, no obstante, es más importante que nunca el papel del
periodismo y su constricción a la veracidad de los hechos. Para que los usuarios sepan discernir entre anuncios e información. Entre mentira y verdad.