Todas las cosas tienen su momento
Mariano Rajoy pasa por ser un político prudente y experimentado, poco dado a las sorpresas o a los extremismos. En su modus operandi, prima el estilo conservador hasta rozar una especie de quietismo desconcertante para adeptos y adversarios, más escéptico que doctrinario. No es una actitud necesariamente desacertada: Rajoy ocupa el centro del campo y hace que el partido languidezca esperando el fallo del rival. En un juego de desgaste, como es a menudo la política, resistir equivale a evitar la derrota. Hábil en el control de los tempi, a Rajoy Arcadi Espada lo ha calificado de “único político adulto” en una época caracterizada por el tono adolescente de nuestro debate público.
Mariano Rajoy pasa por ser un político prudente y experimentado, poco dado a las sorpresas o a los extremismos. En su modus operandi, prima el estilo conservador hasta rozar una especie de quietismo desconcertante para adeptos y adversarios, más escéptico que doctrinario. No es una actitud necesariamente desacertada: Rajoy ocupa el centro del campo y hace que el partido languidezca esperando el fallo del rival. En un juego de desgaste, como es a menudo la política, resistir equivale a evitar la derrota. Hábil en el control de los tempi, a Rajoy Arcadi Espada lo ha calificado de “único político adulto” en una época caracterizada por el tono adolescente de nuestro debate público.
Sin embargo, si hacemos caso a Michel de Montaigne, “todas las cosas tienen su momento”. “Incluso las buenas”, puntualizó el ensayista francés; y, por supuesto, también las malas. No en vano las sociedades, al igual que los individuos, constituyen “un objeto extraordinariamente vano, mudable y fluctuante”. Es decir, que nada funciona siempre. La Historia juzgará a Rajoy por su capacidad de resistencia, pero también por el perímetro de su inmovilismo ante la gravedad de las circunstancias que vivimos. No sea cosa que, al final del camino, el saldo contable salga negativo y el tiempo, que todo lo redime, también lo destruya todo, incluido al PP. Porque, del congreso sevillano de los populares, se desprende el peligroso escapismo de quienes no desean afrontar los problemas que van pudriendo al país: la pésima selección de sus elites; la metástasis moral, que reduce las virtudes públicas al corral de la opinión mediática; el ataque incesante al marco fundante de la democracia, representado por la Constitución; y el conflicto territorial abierto en Cataluña, que amenaza con extenderse al corazón mismo del proyecto europeo. Es la prudencia lo que define el estilo conservador, no la inacción. Y mucho menos la huida de la realidad. Si “todas las cosas tienen su momento”, a Rajoy se lo juzgará también por su capacidad de liderar los cambios necesarios. Y por su determinación a la hora de llevarlos a cabo.