MyTO

Nosotros, los fachas

Llegados el momento no vamos a salvarnos ni uno, los fachas. Ya somos legión (con perdón) por el mero hecho de no pensar como ellas, ellos y viceversa. Poco importa que, por ejemplo, el cantante Loquillo, flamante Medalla de Oro de Barcelona, afirmara en una entrevista reciente y promocional que ‘los que dicen que hoy hay fascistas no han visto uno en su puta vida’. A tenor de las declaraciones de Ada Colau, inefable mujer que nunca debió abandonar el disfraz de abeja maya, o sea de dibujo animado, los fachas poco tenemos que ver con aquellos camisas negras de la Marcha sobre Roma y el aceite de ricino. Ni tan siquiera con el pijerío joseantoniano de la dialéctica de los puños y las pistolas. Lo nuestro viene de lejos si tenemos en cuenta la última astracanada condal con la calle Pepe Rubianes, ayer del Almirante Cervera.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Llegados el momento no vamos a salvarnos ni uno, los fachas. Ya somos legión (con perdón) por el mero hecho de no pensar como ellas, ellos y viceversa. Poco importa que, por ejemplo, el cantante Loquillo, flamante Medalla de Oro de Barcelona, afirmara en una entrevista reciente y promocional que ‘los que dicen que hoy hay fascistas no han visto uno en su puta vida’. A tenor de las declaraciones de Ada Colau, inefable mujer que nunca debió abandonar el disfraz de abeja maya, o sea de dibujo animado, los fachas poco tenemos que ver con aquellos camisas negras de la Marcha sobre Roma y el aceite de ricino. Ni tan siquiera con el pijerío joseantoniano de la dialéctica de los puños y las pistolas. Lo nuestro viene de lejos si tenemos en cuenta la última astracanada condal con la calle Pepe Rubianes, ayer del Almirante Cervera.

Tan facha fue el militar que luchó contra el absurdo cantonalismo y formó parte del gobierno liberal de Sagasta. Tan facha que en su desesperado y a regañadientes ataque a la armada yanqui (de perdidos al río), su estrategia se basó únicamente en salvar el mayor número de vidas humanas. Y estas palabras le dedicó el enemigo –Robley D. Evans, comandante del acorazado Iowa– al facha: ‘Nada hay registrado en las páginas de la historia que pueda asemejarse a lo realizado por el almirante Cervera. El espectáculo que ofrecieron a mis ojos los dos torpederos, meras cáscaras de papel, marchando a todo vapor bajo la granizada de bombas enemigas y en pleno día, sólo se puede definir de este modo: fue un acto español’.

Ya se sabe, sin embargo, que los fachas no tenemos remedio. Siempre hemos sido iguales a nosotros mismos. Somos poco ‘dialogantes’, intolerantes a la demagogia, alérgicos al asamblearismo, con un alto concepto de la lealtad y escrupulosos con el cumplimiento de la legalidad democrática. Lo que desconocen la alcaldesa Colau y sus adláteres (como tantas y tantas otras cosas) es que también perdimos la guerra. Pero nosotros, los fachas, la perdimos en el 36.