Pablo Casado sale de la cuna
Parece que Pablo Casado, al verse tan joven y guaperas, se ha dicho: “¿Por qué no me hago un Sánchez?”. Y ha procedido. Falta comprobar si la suerte también premia a los audaces en el PP. Por lo pronto, está claro que ha llegado la hora del cambio generacional en todo el espectro político. Los insultantemente jóvenes se han propuesto destapar el tapón.
Parece que Pablo Casado, al verse tan joven y guaperas, se ha dicho: “¿Por qué no me hago un Sánchez?”. Y ha procedido. Falta comprobar si la suerte también premia a los audaces en el PP. Por lo pronto, está claro que ha llegado la hora del cambio generacional en todo el espectro político. Los insultantemente jóvenes se han propuesto destapar el tapón.
La presentación de su candidatura ha tenido algo de anti-Rajoy y anti-Feijóo: ha dicho un sí inequívoco (“yo sí quiero presidir el PP”) que deja en evidencia a los dos titubeantes gallegos, quienes encarnan el tópico como si hiciesen de ello una cuestión personal. Pero este súbito brote de personalidad en Casado no ha dejado de resultar sorprendente, porque hasta ahora era un chico de partido, cuya cara joven ponían justo para preservar la de los viejos, a modo de cortafuegos de la corrupción.
La juventud de Casado es insultante también en eso: no es corrupto, siquiera sea porque no le ha dado tiempo. Solo tiene lo de los estudios, que no es lo ideal pero al menos encaja en la órbita juvenil. Quizá el que se apresurara a decirlo cuando pillaron a Cifuentes le salve, porque ya estamos casi en la mentalidad norteamericana de primar la confesión sobre las acciones. Aunque quién sabe si habrá por ahí algún vídeo del chico Casado robando golosinas…
Pensando en él ya como posible líder, la verdad es que está en la gama de Sánchez y Albert Rivera. Guapos con percha. Al lado de ellos, Pablo Iglesias sí que podrá representar algo distinto, más en la línea del españolito tradicional. Aunque Casado tiene un toque singular: su aspecto es el de los chicos de derechas que se ven por Madrid. Si bien, como buen madrileño, no nació en Madrid sino en otro sitio (Palencia). Y hasta tuvo la cortesía de hacerlo antes del golpe del 23-F (exactamente veintidós días antes), brindándoles así la oportunidad a sus rivales de la izquierda antifranquista de insinuar que estuvo implicado en la conspiración.
En la puerta de Génova, tras su sí asertivo, ha dicho que estos últimos años ha estado dando explicaciones por corruptos del PP (“traidores”, los ha llamado) a los que no ha conocido. Y eso ha sido, como suele decirse, ciertamente un “marrón”. Me he acordado del soneto de Quevedo “La vida empieza en lágrimas y caca…”. Casado ha debido de considerar que ya iba siendo tiempo de salir de esa complicada cuna.
Queda por saber si su decisión lo empujará a él mismo o si servirá solo para empujar a Feijóo, quien mientras escribo estas líneas dicen que al fin ha tomado la decisión de decidirse.