¿Quién dijo negro?
Hay por aquí muchos y buenos chistes escondidos y no seré yo quien los encuentre, pero al ponerse serio y al insistir sobre el origen africano de los jugadores franceses y/o de sus familias, Noah no consiguió más que demostrar hasta qué punto tiene la izquierda enormes dificultades para reivindicar la diversidad sin caer en el esencialismo.
Francia ganó el Mundial (el de futbol, el único que importa) y al humorista del The Daily Show, Trevor Noah, se le ocurrió bromear diciendo que África había ganado el Mundial. Parece ser que a muchos franceses no les gustó la broma. Y eso no sería noticia ni digno de comentario si no fuese porque uno de esos franceses que no encontró gracioso el chiste y que consideró necesario explicar por qué fue el mismísimo embajador francés en los Estados Unidos. El embajador mandó una carta al programa que decía así:
«Señor, vi con mucha atención vuestro programa del día 17 de julio donde hablaba de la victoria del equipo francés en la Copa del Mundo de Rusia 2018, cuya final tuvo lugar el pasado domingo. Escuché sus palabras sobre una «victoria africana». Nada podría ser menos cierto. [Como bien reconoció el humorista, podría ser menos cierto si hubiese dicho, por ejemplo, que eran escandinavos]. Como han afirmado muchos de los propios jugadores, puede ser que sus padres viniesen de otros países, pero la gran mayoría de ellos, todos menos dos de los 23, han nacido en Francia, fueron educados en Francia, aprendieron a jugar a futbol en Francia; son ciudadanos franceses. Están orgullosos de su país, Francia. La riqueza del trasfondo de todos estos jugadores es un reflejo de la diversidad francesa. [Más bien, comentó Noah, es un reflejo del colonialismo francés]. Francia es de hecho un país cosmopolita, pero todos sus ciudadanos forman parte de la identidad francesa y juntos pertenecen a la nación francesa. A diferencia de los EEUU, Francia no se refiere a sus ciudadanos en base a su raza, religión u origen. Para nosotros no hay «medias tintas» sobre su identidad. Las raíces son una realidad individual. Llamándoles un «equipo africano», parece que denigras su condición de franceses. Esto incluso legitima la ideología que clama que «ser blanco» es la única definición de ser francés».
Creo que el embajador seguía, pero ya nos entendemos.
Noah tenía todo la razón en burlarse de su indignación, pero no exactamente de su discurso. Este es el discurso perfecto que todo liberal y todo progresista comparten y aceptan en defensa del nacionalismo cívico, integrador y plural al que llaman sano patriotismo constitucional. Noah tenía y tuvo toda la razón en burlarse de la seriedad con la que un embajador escribe a un humorista y tenía y tuvo toda la razón del mundo en burlarse de la insistencia con la que su discurso, que es el discurso que toca, nos pide que olvidemos, precisamente, aquello de lo que merece la pena reírnos, que es, como decimos por aquí, «el cuc que nia en cada fortuna». En este caso, y evidentemente el premio del colonialismo y el precio de la ciudadanía francesa, que tan bien ejemplifica ese africano que trepa cuatro pisos y se convierte en héroe francés cuando salva al niño pero que seguiría siendo un africano y más que sospechoso si trepa cuatro pisos pero no llega a tiempo. Hay, claro está, una enorme hipocresía tras toda defensa de la ciudadanía puramente cívica y sospecho que más todavía tras toda defensa francesa de la ciudadanía cívica.
Hay por aquí muchos y buenos chistes escondidos y no seré yo quien los encuentre, pero al ponerse serio y al insistir sobre el origen africano de los jugadores franceses y/o de sus familias, Noah no consiguió más que demostrar hasta qué punto tiene la izquierda enormes dificultades para reivindicar la diversidad sin caer en el esencialismo. Cuando el humorista viene a pedir a los franceses en general y a su embajador en particular que no se enfaden, que se puede ser al mismo tiempo francés y africano, está evidenciando que habla de identidades de distinta naturaleza, que el único que apela a la identidad étnica o racial es él y que esta apelación es, para los fines que persigue, inútil e injusta. Este es un error evidente al menos en el tema que nos ocupa y que es el único que importa, donde es manifiesto que nada en la condición de africano es necesario y mucho menos suficiente para ser campeón del mundo. Ante la derrota del discurso de las identidades múltiples, el fotogénico patriotismo del Presidente Macron ganó este partido por goleada y supongo que habrá que alegrarse.