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República abierta, Parlament cerrado

No había mejor escenario que un teatro –el Teatro Nacional de Cataluña- para acoger el discurso lleno de mentiras del presidente de la Generalitat. A diferencia del teatro convencional, no obstante, su discurso no ha conseguido ni emocionar ni a los más convencidos ni aportar un atisbo de esperanza en esta enésima nueva hoja de ruta que indefectiblemente culmina con el muro del Estado.

Opinión
  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

No había mejor escenario que un teatro –el Teatro Nacional de Cataluña- para acoger el discurso lleno de mentiras del presidente de la Generalitat. A diferencia del teatro convencional, no obstante, su discurso no ha conseguido ni emocionar ni a los más convencidos ni aportar un atisbo de esperanza en esta enésima nueva hoja de ruta que indefectiblemente culmina con el muro del Estado.

La única salida de Torra es parapetarse detrás de la ciudadanía, y por eso también en su última intervención de este martes ha apelado a la movilización constante en las calles. El presidente catalán sigue refiriéndose al movimiento secesionista como el “pueblo” de Cataluña y en una entrevista en TV3 decía que “se negaba” a creer que no tenían la mayoría social, como si los deseos pudieran reemplazar los datos.

A ese respecto, el periodista Iñaki Ellakuría hacía una interesante observación: desde que es presidente, Torra solo ha visitado los pueblos y las fiestas de la zona rural de la región, pero no ha pisado ni Hospitalet de Llobregat ni Santa Coloma de Gramanet.

Lo que pretende Torra es proyectar la imagen a la comunidad internacional de en un conflicto entre España y Cataluña, y para ello seguirá obviando a la mitad de catalanes que no comulgan con su hoja de ruta. Torra ha hablado de una futura república democrática, abierta al mundo e inclusiva. Y es que el independentismo de Torra, como las grandes ideologías del siglo XX, es teleológico. Aspira a un fin donde supuestamente todos van a vivir mejor.

Por el camino, no obstante, se olvida de que el órgano democrático que controla el Govern lleva tres meses cerrado y que la mitad de la población, aunque los ignore, también son “pueblo” de Cataluña. Y tienen derechos. Pero quién quiere un Parlamento en la tierra si tienen su república en el cielo…