Facebook en pie de guerra
El pasado lunes Facebook inauguró una sala muy especial en sus oficinas. La compañía de las relaciones, la amistad y los likes, parece querer asumir su responsabilidad en la contienda política global construyendo un centro de operaciones contra la manipulación de los contenidos colgados en su red.
El pasado lunes Facebook inauguró una sala muy especial en sus oficinas. La compañía de las relaciones, la amistad y los likes, parece querer asumir su responsabilidad en la contienda política global construyendo un centro de operaciones contra la manipulación de los contenidos colgados en su red. Bautizada con el nombre de “War Room” (sala de situación o sala de guerra), el espacio, de pocos metros cuadrados, tiene como cometido servir de centro de operaciones contra las amenazas más enquistadas, aquellas que otros departamentos no sean capaces de identificar.
En declaraciones del pasado mes de abril, representantes de la compañía reconocieron el uso de cuentas mediante las que se propagó información falsa, pero no dieron detalles acerca de la identidad de dichas cuentas. A principios de mes, Facebook admitió que una cuenta con identidad nebulosa y con vínculos con el Kremlin había comprado 100.000 dólares en publicidad antes de las elecciones que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca en noviembre de 2016. Desde Facebook se informó además que la compañía rusa Internet Research Agency usó cuentas falsas desde las que subía contenidos en redes sociales y comentarios en páginas de noticias. El objetivo: influir en la decisión de los votantes manipulando la información a la que tenían acceso para polarizar sus percepciones y, por lo tanto, influir en el color de su papeleta. Un informe del FBI, la CIA y la NSA (la tríada de inteligencia norteamericana) publicado en enero desvelaba que el “financiador probable” de Internet Research Agency es un hombre de confianza de Putin del que se conocen vínculos con los servicios de inteligencia rusos.
Aunque algunos estudios han restado peso al papel de las redes sociales en la polarización política, no cabe duda de que la plaza pública virtual en la que se ha convertido Facebook no es un espacio político neutral: lo que allí se dice y se escribe tiene consecuencias en el mundo real, un mundo cuya salud democrática y social se resiente a medida que el debate público se sitúa en los extremos. El último informe sobre polarización política (2017 Partisan Voter Index) del Cook Political Report mostró que el electorado norteamericano tiende cada vez menos a cruzar la línea que delimita los contornos ideológicos de su partido. La erosión del espacio de centro, ese en el que el debate público es más rico y menos ideológico, debería preocuparnos, especialmente, cuando todos los signos apuntan a ese desgaste como un fenómeno global.
Con la creación de la War Room, el gigante de Menlo Park pretende responder a las críticas de quienes vieron en su laxitud frente a la intervención de agentes perturbadores en la campaña de 2016 un signo de falta de responsabilidad democrática. Se avecinan dos citas electorales de máxima relevancia -Brasil, el próximo 7 de octubre y las midterm norteamericanas en noviembre-, dos ocasiones en las que los observadores internacionales -entre ellos, el Congreso norteamericano- mirarán con escrúpulo el papel de la red social.