No tan raro
Ya se ha convertido en tradición para un selecto y privilegiado público barcelonés asistir al monólogo fin de verano de la actriz Patricia Jacas. En el marco vegetativo del fantástico y lúbrico jardín de los Abreu, resuenan las voces y susurros de la cotidianidad de mujeres extraordinarias y en el límite de sus anchuras emocionales
Ya se ha convertido en tradición para un selecto y privilegiado público barcelonés asistir al monólogo fin de verano de la actriz Patricia Jacas. En el marco vegetativo del fantástico y lúbrico jardín de los Abreu, resuenan las voces y susurros de la cotidianidad de mujeres extraordinarias y en el límite de sus anchuras emocionales. Primero fue La mujer sola, de Franca Rame y Dario Fo; luego, en De una soledad parecida a la felicidad, se embutió en las pieles y oropeles de Alissa, náufraga de vodka y farra pero superviviente entre las ruinas de la larga pesadilla soviética, en un soliloquio zurcido a partir de la obra de la premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich; y ahora le ha tocado el turno a la protagonista de Un mundo raro, soñadora de ígneos deseos eternos que duran escasos minutos (por cierto: ¿por qué lo llaman canción pop cuando quieren decir sexo?). A partir de un recorrido por las canciones que forman parte de la educación sentimental del personaje se enhebra una deliciosa pieza que firma el periodista Jaume Boix y que escarba en deseos primarios, ilusiones zaheridas y promesas sin curso legal ni real.
Jacas transmite con sabio equilibrio la historia de esta Bovary de tocadiscos modulando los giros irónicamente desgarrados del libreto mediante una comicidad desatada que cuida tanto la expresión corporal como el dominio del espacio, dos cualidades que me parecen fundamentales en una buena actuación y que aquí se aprecian en escenas tan hilarantes y tiernas como la cópula con un pequeño orangután de peluche (con guiño a Adios al macho de Marco Ferreri), el grito felliniano ‘¡Voglio una donna!’ sobre el sofá, el desternillante careo con el calcetín Pelegero o el baile de muñeca de feria. Tiene la actriz facilidad para el arrebato histriónico y una notable vis cómica que me recuerdan a la admirada Gena Rowlands de las cassavetianas Una mujer bajo la influencia y Noche de estreno.
El repertorio elegido por Boix para dar sustento a una banda sonora que se mueve entre la nostalgia ponzoñosa (La nostalgia ya no es lo que era, tituló grandiosa sus espléndidas memorias Simone Signoret) y el reproche airado incluye clásicos franceses de cuando la greña y la pana, entre otros Le Métèque de Georges Moustaki, La première fille de Brassens y Les feuilles mortes de Montand, lamentos de mercachifles del corazón y sus sinrazones de bajo vientre, tales como Il cuore e’ uno zíngaro de Nicola di Bari o Se Me Va de Bambino, así como los estremecedores Com un puny de Raimon y ese Un mundo raro que da título y compendio a la obra. Me sentí en territorio seguro cuando llegamos a la cultura musical anglosajona. Y de Tom Waits pensé que le sentaría de maravilla a la obra Christmas Card from a Hooker in Minneapolis, joya que canta lijosa una puta a la que sólo le queda el recuerdo de un sueño roto.
Tras la cálida representación, la obra de Patricia Jacas/Jaume Boix se traslada con su cancionero a cuestas y el amor siempre en fuga a Las cosas de Martínez, un espacio de resistencia artística en la hórrida Barcelona colauesca. No pueden ni deben perdérsela. Yo la paladeé y disfruté recordando aquellos versos que bien pudiera haber escrito Dylan pensando en nuestra melancólica, hipersensible y entrañable sueña tortillas : She takes just like a woman/ Yes, as she makes love just like a woman/ Oh, and she aches just like a woman/ But she breaks just like a little girl…