MyTO

Vox, un sueño húmedo

A mí que Vox reuniera a nueve mil almas en Vistalegre me tranquiliza. Me parecen pocas y de ahí que siga pensando que, gracias a la escéptica sabiduría popular, el nacionalismo español es puramente residual. No entiendo, por tanto, los chillidos histéricos de plumillas y cancerberos de las esencias de la democracia frente a la festiva reunión de marras.

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

A mí que Vox reuniera a nueve mil almas en Vistalegre me tranquiliza. Me parecen pocas y de ahí que siga pensando que, gracias a la escéptica sabiduría popular, el nacionalismo español es puramente residual. No entiendo, por tanto, los chillidos histéricos de plumillas y cancerberos de las esencias de la democracia frente a la festiva reunión de marras. Antes que un puñado de barbaridades gritadas ante cuatro gatos y el ondear de trapos manchados de orín y sangre, a mí me preocupa sobre todo que los populistas y nacionalistas borderline se repantiguen en el Congreso gracias a más de seis millones de votos.

Y es más: que esos seis millones de votos estén encarnados en tipos como el zascandil Rufián o el fotocasa Iglesias me resulta catastrófico y desolador. Así que el mitin de los chicos de Blas Piñar suavizados en las tiendas de moda masculina de la calle Claudio Coello me dejan en la más absoluta glaciación. Tal vez sea por llevar demasiado tiempo aguantando en derredor a tanto pelmazo emocionado con pedazos de tierra y telas medievales que la indiferencia ha vencido a cualquier capacidad de cabreo.

Puede que, por una vez y sin que sirva de precedente, peque de optimista, pero dudo muchísimo que los españoles le compren a Vox el discurso de una nación de Capitán Trueno. Tenemos demasiada historia en las espaldas como para trajinar ahora con la quincalla imperial y el orgullo de torero.

Sé muy bien que las soluciones low cost a los problemas que ofrecen los populistas siniestros han alcanzado seducir a muchísimas personas, consiguiendo asimismo las alcaldías de las dos ciudades más importantes de España. Sin embargo estoy convencido de que el delirio será efímero y los veremos pasar camino de la nada. En cuanto a Vox: son solo el sueño húmedo de su némesis catalana y vasca.