La putada de ser nación
Decía Jordi Amat, entrevistado en NacióDigital, que el independentismo tendrá que encontrar a su «traidor» si quiere una salida pragmática. Yo aún diría más: el independentismo encontrará a su traidor, incluso a más de uno, incluso sin querer y sin lograr con ello ninguna salida pragmática. A eso dedica, de hecho, y hace ya tiempo, los más de sus días y de sus energías. Quizás incluso desde antes del 1-O.
Decía Jordi Amat, entrevistado en NacióDigital, que el independentismo tendrá que encontrar a su «traidor» si quiere una salida pragmática. Yo aún diría más: el independentismo encontrará a su traidor, incluso a más de uno, incluso sin querer y sin lograr con ello ninguna salida pragmática. A eso dedica, de hecho, y hace ya tiempo, los más de sus días y de sus energías. Quizás incluso desde antes del 1-O.
Pocas veces se ha explicado mejor que en un gag del programa Polonia que estos días ha recibido insólitas y numerosas alabanzas. El gag es la enésima parodia de esa escena de ‘El Hundimiento’ donde Hitler se descubre derrotado y se revuelve contra la incompetencia y la deslealtad de sus generales. Pero con el pueblo en el lugar de Hitler. En plena exhibición de histeria, el pueblo le grita a sus dirigentes que les votaron porque habían prometido la República. «¡Prometisteis unidad y lo único que os une es que todos os criticáis por igual! ¡Agacháis la cabeza ante todo lo que os impone un juez chalado del que se ríe toda Europa! ¡Prometisteis que si votaba al Presidente, volvería el Presidente!». Y así sigue la parodia entre los berridos, ironías y sermoncillos del Cdr y las excusas victimistas y los cínicos discursos pretendidamente ilusionantes del Gobierno catalán. El gag culmina, como la realidad misma, cuando el president Torra toma al fin la palabra para aplaudir al militante combativo que empuje y pedir que siga empujando. Justo antes de vendarse los ojos para no ver al Consejero de Interior poner al Cdr en su sitio.
No es, digamos, una parodia al uso. Pero es una parodia justa con el momento que vive el independentismo. El Cdr demuestra que muchos serán capaces de dejarse pegar antes de reconocer que se han dejado engañar. Y Torra demuestra que los líderes independentistas serían capaces hasta de pegar a los suyos por no tener que reconocer que les han engañado y pedirles que abandonen toda esperanza y vuelvan a sus casas. Y así, y aunque el proceso no fue nunca como lo pretendían, revolucionario y de abajo a arriba, el hundimiento sólo podrá ser contrarrevolucionario y de arriba abajo. De las élites contra cualquiera que en nombre del pueblo y de la vergüenza torera se atreva a pedir explicaciones sobre a qué pensaban que jugaban.
Esa es la putada de ser nación; de ser pueblo y de ser uno. Que nadie, ni gobernantes ni votantes, puede escapar de sus propias responsabilidades y mucho menos de los efectos, indeseados e indeseables pero más que previsibles, de sus propias decisiones.