Endogamia
Los jóvenes que aspiran a modernizar su país deberían evitar incurrir en dinámicas tan viejas como el nepotismo o, lo que es lo mismo, la elección discrecional de gente del mismo círculo por encima de los procesos transparentes y meritocráticos de captación de talento.
Los jóvenes que aspiran a modernizar su país deberían evitar incurrir en dinámicas tan viejas como el nepotismo o, lo que es lo mismo, la elección discrecional de gente del mismo círculo por encima de los procesos transparentes y meritocráticos de captación de talento.
La escritora y premio Nobel de Literatura, Doris Lessing, escribió en Las cárceles que elegimos, que somos “todavía grupos de animales”, y que elegimos estos grupos para encontrar a gente que piensa como nosotros. Advertía, no obstante, que “lo más difícil” era “mantener una opinión individual disidente, como miembro de un grupo”.
Y qué decir de Pier Paolo Pasolini. Imaginar al escritor italiano sin los barrios populares de Roma de la posguerra es imposible. El hambre, el frío, la cárcel. Así como es imposible entenderle ignorando su rechazo al pijerío del 68. Los jóvenes universitarios abjuraron de él, los proletarios reconocieron a un poeta.
Las cosas han cambiado desde aquellos años. Pero el bienestar, punto de partida de una sociedad mejor, puede convertirse en un mero ejercicio de egoísmo, frivolidad, ambición. En definitiva, en conformismo.
Los verdaderos intelectuales, como los verdaderos artistas, son aquellos que salen de la burbuja autoreferencial que suele formarse en cualquier grupo constituido bajo creencias y afinidades comunes.
Estaría bien que, sobre todo los jóvenes que aspiran a ello, se atrevan a cruzar el río, pisar el fango y salir de su zona de confort, si de verdad quieren aportar algo relevante para su país, más allá de la autocomplacencia y el provecho individual.